Luego de siete años, la célebre obra de Verdi está de vuelta en el Teatro Municipal de Santiago, que estrenó el viernes pasado este cuarto título de su temporada lírica, en una bella producción del reconocido diseñador chileno Pablo Núñez, con el aplaudido protagonismo de la soprano Nadine Koutcher.

Por Joel Poblete

Incuestionablemente uno de los títulos más queridos y populares no sólo de su autor, Giuseppe Verdi, sino además de todo el repertorio lírico universal, siempre que se programa “La traviata” es sinónimo de éxito de público. Basada en la novela de Dumas “La dama de las camelias”, se estrenó en Chile en 1857, cuatro años después de su debut mundial, y se ha representado en diversas oportunidades, tanto en el Teatro Municipal de Santiago, donde se ha dado en 70 temporadas distintas, sino además en otros escenarios del país.

Por lo mismo se percibía un entusiasmo especial el pasado viernes en la noche, en el estreno de la nueva propuesta que el Municipal realiza en co-producción con el Teatro Colón de Buenos Aires, y estará ofreciendo con dos elencos hasta el jueves 25, con muchas más representaciones que lo habitual: ocho funciones para todo público y una gala privada. Una larga fila frente a la entrada principal, los rumores que surgieron entre los espectadores apenas comenzó la inmortal melodía del “Brindis” que varios incluso empezaron a tararear instintivamente, y los sonoros aplausos al final del espectáculo, confirmaron el entusiasmo del público. Y varios rostros en los que se veían los ojos humedecidos fueron la mejor señal de que una vez más la conocida y triste historia de amor entre la cortesana Violetta y el joven Alfredo Germont volvió a ejercer su encanto. Una buena noticia, considerando que hace siete años, la última vez que este título se había ofrecido en ese escenario, inaugurando la temporada lírica 2009, ni el público ni la crítica quedaron muy conformes con la puesta en escena del francés Jean-Louis Grinda, que trasladó la acción de mediados del siglo XIX a 1945, e incluyó una escena que hasta provocó un sonoro, espontáneo y recordado abucheo.

Nada de eso ocurrió en esta ocasión, pues innegablemente el punto más alto de esta nueva “Traviata” radica en la producción ambientada en su época original, a cargo de uno de los diseñadores teatrales más reconocidos de nuestro país, Pablo Núñez, quien durante casi tres décadas ha brillado con memorables trabajos en escenografía y vestuario en óperas para el Municipal, además de maravillosos montajes de ballet, como el inolvidable “Mayerling” que este año repuso el Ballet de Santiago. “La traviata” es uno de los sueños de todo director de escena y diseñador, y Núñez no era la excepción, como lo reconoció en estos días en entrevistas antes del estreno. Visualmente, la puesta es un triunfo: no es exagerado decir que la belleza de los decorados y el vestuario evocan lo mejor de Visconti y Zeffirelli, en particular en las fiestas en casa de la protagonista y en la de Flora; muy bien apoyado por la sugestiva iluminación de Ricardo Castro, Núñez aprovecha de manera inteligente el espacio, luciendo los fastos que dicta la tradición, pero siempre de manera sobria y elegante, sin recargar más de lo necesario. Sin duda, uno de los trabajos más hermosos en la trayectoria del diseñador, y probablemente figurará entre las “Traviatas” para recordar en la historia del Municipal. Además, como ya lo hiciera a lo largo de la última década en “Fausto”, “Tosca”, “Carmen” y “Thaïs”, Núñez estuvo a cargo de la dirección de escena; su versión funcionó bien en términos generales, cumplió con la tradición y aprovechó especialmente el trabajo con el coro, aunque en los roles principales dependió más de las habilidades actorales de los intérpretes, que variaron de acuerdo a la entrega individual de cada uno.

En lo musical, el titular de la Filarmónica de Santiago, el ruso Konstantin Chudovsky, ofreció una entrega correcta, y se agradece que afortunadamente cada vez controla y equilibra mejor el volumen orquestal que antes a menudo tapaba a los cantantes. Sin embargo, aún nos parece que no consigue brillar por completo en el repertorio verdiano, como ya ha demostrado en anteriores títulos del compositor que ha dirigido en el Municipal, como “El trovador” y “Los dos Foscari”, y además en la función del estreno se percibieron algunos notorios desfases con el coro y el tenor.

En lo vocal y actoral, Violetta, la protagonista de “La traviata”, es uno de los personajes más completos y exigentes del repertorio, y es conocido que requiere distintas habilidades de quien la interprete, pasando del lucimiento y virtuosismo en el primer acto al dramatismo que va apoderándose paulatinamente del rol. Tras deslumbrar el mes pasado con su espléndida Amenaide en “Tancredo” de Rossini, la joven y ascendente soprano bielorrusa Nadine Koutcher volvió a presentarse en el Municipal, esta vez con un rol mucho más demandante, el mismo que ya ha interpretado en anteriores ocasiones, incluyendo en diciembre en Berlín, dirigida por el prestigioso maestro Daniel Barenboim. Por sus ya demostradas habilidades belcantistas -exhibidas no sólo en su reciente incursión rossiniana, sino además en su debut en Chile en 2014, en “Los puritanos”, de Bellini-, se esperaba que brillara especialmente en el inicio de la obra, pero era una incógnita saber cómo se desenvolvería en el resto. Afortunadamente, la cantante no sólo ofreció una excelente interpretación de “Ah! fors’e lui” y la expuesta y contagiosa “Sempre libera” (incluyendo agilidades y agudos), sino además conformó una buena protagonista a lo largo de toda la partitura, teniendo como punto más alto una bella versión del conmovedor “Addio del passato”, en la escena final. Si bien el público la ovacionó luego de la función y supo adecuar su instrumento a las demandas del personaje, creemos que aún puede seguir desarrollando mucho más su Violetta, ya que todavía le falta trabajar más la expresión y dar más fuerza y cuerpo a su voz en algunos pasajes de mayor dramatismo, así como la entonación de ciertas frases; y en lo actoral, la entrega emotiva fue sobria, pero aunque se agradece que no cayera en excesos melodramáticos, de todos modos se sintió excesivamente contenida.

En el rol de Alfredo, el tenor ruso Sergey Romanovsky cuenta indudablemente con la prestancia física como para parecer un joven galán que despierte el amor en la protagonista, pero su actuación rígida y casi robótica le restó convicción y entrega al personaje, y si bien cuenta con una voz de atractivo timbre y proyección, nunca pareció completamente cómodo en los agudos. Completando un trío protagónico de innegable sabor ruso, el barítono Igor Golovatenko fue un Germont más juvenil de lo habitual, pero de todos modos su apariencia proyectó severidad y madurez; su voz responde a características habituales en los cantantes eslavos de su cuerda, con un color más incierto y casi tenoril en las notas altas, pero bien proyectada y de generoso volumen. Destacó mucho más en su conocida aria “Di Provenza il mar, il suol” que en el habitualmente conmovedor dúo con Violetta, que en esta ocasión no tuvo toda la temperatura emotiva que dicta la tradición.

Los roles secundarios, todos a cargo de cantantes chilenos, estuvieron muy bien interpretados, destacando la pizpireta Flora de la soprano Yeanethe Münzenmayer, muy bien acompañada en escena por el marqués D’Obigny encarnado por el barítono Ramiro Maturana, mientras el tenor Leonardo Navarro fue un vivaz Gastón, la soprano Sonia Vásquez fue una Annina cariñosa y humana, el bajo-barítono Matías Moncada fue un cálido y empático doctor Grenvil, y el barítono Rodrigo Quinteros funcionó bien como malhumorado y conflictivo barón Douphol. Aunque sus intervenciones son más reducidas, también cantaron de manera solvente el tenor Claudio Cerda como Giuseppe, el barítono Felipe Ulloa como el sirviente de Flora y el bajo Augusto de la Maza como un sonoro mensajero. Como de costumbre, el coro del Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, estuvo muy sólido, particularmente en la escena de la fiesta en casa de Flora, que contó además con una buena entrega dancística, con coreografías de Georgette Farías a cargo de un grupo de bailarines encabezados por Agustín Cañulef, solista del Ballet de Santiago.

Las próximas tres funciones con elenco internacional de “La traviata” serán el martes 16, sábado 20 y jueves 25, y el elenco estelar, que debutó el sábado 13, se volverá a presentar el viernes 19, lunes 22 y miércoles 24.