Portada de Aferrada a mi balsa, de Gladys Díaz Armijo. CEIBO Ediciones.
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La periodista y psicóloga Gladys Díaz Armijo reflexiona sobre su memoria en su libro "Aferrada a mi balsa", donde relata las torturas sufridas en prisión, a manso de Miguel Krassnoff y Marcelo Moren Brito, entre otros. Además, relata su lucha por sobrevivir y la solidaridad encontrada. Destaca gestos de humanidad en medio del horror, como el sargento Chacra (Óscar Núñez Fiubla), quien le salvó la vida. El libro comparte aprendizajes y las bases que le permitieron resistir a la tortura y sobrevivir.
Gladys Díaz Armijo (1936) entrega en el libro Aferrada a mi balsa un testimonio crudo y, al mismo tiempo, esperanzador. Es un escribir hoy las fuertes vivencias de hace 50 años, cuando fue sistemáticamente torturada durante meses. Con diversas e imborrables consecuencias.
La periodista y psicóloga mira, relata y reflexiona desde el presente, indagando en la memoria. Memoria de la mente, de los sentimientos y del cuerpo, ese que fue tan maltratado, al punto que algunos pensaron que no sobreviviría. Pero que también fue acogido por compañeras de prisión.
Gladys Díaz Armijo se centra en la memoria, en los valores y en lo que la sostuvo en ese periodo. El libro es el resultado de largos años de terapías, reflexión, aceptarse y de escritura. Una escritura valiente y dolorosa.
“Hay años de hacer anotaciones, asustarme con lo que recordaba, odiar, llorar, sentir culpa por estar viva, años de posponer este libro una y otra vez. Cuando el recuerdo tocaba el espanto, retrocedía, alegando otras prioridades, y dejaba de escribir por meses, por años.” (p 21)
Miedo
“El miedo y el odio resultan una fatal combinación que puede llegar a enfermar el alma, empujándote a un pozo cada vez más profundo…” (p 23)
Gladys Díaz se refiere al miedo a las diversas formas de maltrato físico, corporal, psicológico. Las torturas, la falta de condiciones mínimas de habitabilidad, de comida. Los insultos, la denigración. También a miedos de posibles peligros, de amenazas. El miedo a no estar para su hijo.
“El miedo se va y reaparece. Es mayor o menor. Nunca es igual. A veces, es de una intensidad tal que uno cree que el cuerpo no lo va a resistir.” (p 112)
El miedo, como herramienta, es peligroso. Es un arma de doble filo, porque, como relata la autora en Aferrada a mi balsa, también afectaba -y afecta- a los torturadores. A pesar de la absoluta impunidad, temían venganzas o la simple justicia futura. Porque los torturadores sabían lo que estaban haciendo…
Torturadores y torturados
En la historia de Gladys Díaz participan de manera activa reconocidos torturadores. Miguel Krassnoff, condenado, en más de 80 juicios, a más de 1.000 años de prisión. Marcelo Moren Brito que, al momento de fallecer, estaba condenado a más de 300 años de cárcel. Era conocido por su brutalidad. Y Fernando Laureani, entre otros.
“Estos hombres vociferantes, maltratadores, se comunicaban entre ellos con buen humor, entusiasmados con lo que hacían, como si realmente lo disfrutaran. No podía dejar de verlos como personas que finalmente han encontrado algo que les da sentido a sus vidas. Luego de haber escuchado la alucinante comparación que hacía Krassnoff con nosotros, me quedó claro que, si bien le gustaba mucho hacer clases en la Escuela Militar, aquí lo pasaba mucho mejor.” (p 64)
En Aferrada a mi balsa relata, en forma muy general, algunos de los métodos usados para obtener información. Pero, en especial, para quebrar emocionalmente, en su dignidad, en su integridad como seres humanos, a los adversarios.
Aferrada a mi balsa desarma prejuicios, estigmatizaciones, y lleva a los lectores por diversos senderos, algunos muy torcidos y oscuros.
“-Nosotros, después de eliminar a todos los terroristas y opositores, destruiremos a los empresarios -me dijo (Krassnoff)-, porque son una lacra apátrida, porque su nacionalismo es el dinero. Solo eso les interesa y el dinero no tiene patria.”(p 60)
Otros pasajes, en medio del dolor, hablan de gran humanidad y empatía.
“-No los juzguemos, no sabemos cuán demoledora puede ser la persistencia de sus métodos.
Me quedé reflexionando sobre las palabras de Juan Carlos, que resignificaban la generosidad y comprensión compasiva con que siempre había tratado las debilidades de los otros y que ahora se extendía a los torturados.” (p 53)
Esas palabras de Juan Carlos Perelman, pareja de Gladys Díaz, fueron dichas luego de haber sido, los dos, torturados. Por una casualidad, ambos quedaron aislados en minúsculas celdas colindantes.
Este libro testimonial es un relato centrado en el paso de la autora, desde su detención a principios de 1975, por Villa Grimaldi y Tres y Cuatro Álamos (con una breve estadía en la Venda Sexy). Incluye recuerdos y vivencias de su infancia y juventud, su militancia en el MIR y su trabajo en El Rebelde.
Sin embargo, en forma complementaria, la autora reflexiona sobre sus vivencias, sobre nuestra condición humana. Dedica varios pasajes sobre su capacidad para resistir, sin cuestionar a los que fueron quebrados.
“Es como hacerle caso a la intuición que muestra lo inteligente de aceptar lo que no se puede evitar, pero lo importante que es hacerlo con tranquilidad, con decencia, con dignidad. Simplemente tratando de rescatar dentro de uno al ser poderoso que cada persona es cuando acepta lo que es.”(P 66-67).
Aferrada a mi balsa, más que una denuncia, parece ser el resultado de un largo proceso de sanación. De la necesidad de dejar testimonio y de compartir experiencias y aprendizajes. Y, en especial, de un compromiso profundo e inalterable por aportar para tener una sociedad mejor.
“Sin intentar vivir ese momento con dramatismo alguno, sentí con fuerza interior desconocida que, aunque ellos me habían quitado la libertad y me trataban como un insecto molesto y desobediente, había una parte de mí que permanecía entera, que era consciente de mi humanidad y de mis responsabilidades. Era la parte de mí que no estaba secuestrada ni anulada. Yo seguía teniendo la libertad de decidir si les entregaba o no lo que ellos querían.” (p 89)
La balsa
Gladys Díaz, en diversos pasajes, va explicitando los factores que le permitieron sobrevivir a tan brutales condiciones y a innumerables sesiones de tortura. Desde los valores inculcados por su padre (ateo, radical y masón) al afecto profundo e incondicional de su madre.
“Mientras me iba alejando de la realidad, tuve la necesidad infinita de que mi madre me abrazara, me contuviera, me dijera que me amaba. En mi vida había necesitado tanto a mi madre como en ese momento. Ese fue el minuto de la soledad total.” (p 133)
Y el deseo de vivir por su hijo, que fue una mezcla compleja de debilidad, cuando tenía miedo a morir y dejarlo abandonado, y fortaleza, por la fuerza que le daba su existencia para no rendirse.
Sargento Chacra, Óscar Núñez Fiubla
“Ese sargento que portaba una gargantilla con una cruz al cuello y que era capaz de jugarse la vida por ayudar a otros, fue mi ángel guardián en ese lugar tan siniestro. Muchos cuentan de él cosas semejantes, pero a mí me ayudó en situaciones que, de ser descubierto, pudo costarle la vida.” (p 201)
Entre quienes tuvieron gestos de humanidad, destaca Óscar Núñez Fiubla. Un hombre que alivió, cuando pudo, las condiciones en que estaban los presos. Y que, en el caso de la autora, llegó a salvarle la vida, a riesgo de la de él.
Un libro poroso
Aferrada a mi balsa es un libro poroso, en el sentido que permite diversas lecturas, interpretaciones, que abre muchas preguntas y reflexiones. Es un libro que permite muchos aprendizajes de vida sin imponer verdades. Que invita a ser honestos, consecuentes, a defender la dignidad individual y a creer en el bien común, colectivo, sin imponer, sin recurrir a violencias.
Aferrada a mi balsa es un proceso de resistencia, de aprendizajes, de sanación, de consciencia, de rescatar lo mejor de la humanidad en un contexto de máximo horror.
Portada de Aferrada a mi balsa, de Gladys Díaz Armijo. CEIBO Ediciones.
Aferrada a mi balsa
Gladys Díaz Armijo
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Septiembre de 2025
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