“El derecho del hombre a no matar. A no aprender a matar. No está escrito en ninguna de las constituciones existentes.” (pp 28)

El 24 de febrero de 2022 es la fecha oficial de la invasión de Rusia a Ucrania. Una guerra que, como casi siempre, tiene muchas más variables, ingredientes y capas de los que sabemos y podamos comprender.

Es un enfrentamiento que incluye desinformación, información falsa, parcial, mentiras, omisiones. Todo ello, además, condicionado por características sociales y culturales que nos son ajenas. Más cuando los principales actores involucrados pertenecieron a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (1922-1991).

“El hombre no deber verse desde la perspectiva del Estado, sino desde la perspectva de quién es para su madre, para su mujer. Para su hijo ¿Cómo recuperar la perspectiva normal” (pp 30)

Los muchachos de zinc

Una manera de acercarse, ver, de incorporar variables para entender algo más este conflicto es leyendo a la Premio Nobel de Literatura 2015. La bielorrusa Svetlana Alexiévich (1948).

Alexiévich ha escrito La guerra no tiene rostro de mujer, Voces de Chernóbil y Los mucha-chos de zinc. Son libros con testimonios referidos a grandes conflictos o catástrofes. Libros que cuestionan de manera profunda a la Unión Soviética. Críticas que pueden ampliarse o analizarse en relación a los grandes imperios, a belicismo, patriotismos, nacionalismos y, por supuesto, al machismo y patriarcado.

“En el fondo es muy lógico: socialismo militar, país militar, pensamiento militar.” (pp 27)

Los muchachos de zinc reúne testimonios de excombatientes y madres de soldados muertos en la guerra de Afganistán (1979-1989). En ella, la Unión Soviética invadió ese país su-puestamente para liberarlo de los antirrevolucionarios, para llevar la solidaridad, la “primavera” revolucionaria.

“He subido a un helicóptero… Desde el aire he visto centenares de ataúdes de zinc, el su-ministro para el futuro, brillan bajo el sol, es bonito y terrorífico…” (pp 31)

El título del libro hace referencia a los jóvenes (la mayoría de entre 18 y 21 años) que regre-saron a sus hogares en un ataúd de zinc. Ataúdes muchas veces sellados, conteniendo adentro quién sabe qué. Cuerpos mutilados, partes de cuerpos y/o tierra, para completar el peso de un ser humano.

“Había visto a un hombre quedar reducido a la nada en un segundo, como si nunca hubiera existido. Y entonces enviaban a casa el uniforme de gala en un ataúd vacío. Dentro echaban tierra para que pesara lo debido…” (pp 39)

Los muchachos de zinc tiene testimonios de rusos, bielorrusos, ucranianos y muchos más. Porque en esa época todos eran parte de la Unión Soviética y todos, en forma voluntaria u obligados, luchaban por la misma Gran Patria.

En el fondo, Svetlana Alexiévich nos acerca al horror de la guerra desde los que la vivieron en primera línea combatiendo o atendiendo a los heridos. Y desde el dolor de las madres.

También aborda el horror de la guerra desde esos conceptos abstractos y totalizadores como son la Gran Patria, la Revolución o soldados internacionalistas, que justifican todos los sacrificios y… crímenes de guerra. Las grandes potencias cambian los conceptos –por libertad, democracia u otros- para llegar a crímenes similares.

“Hay que partir de un hecho: somos animales y nuestra naturaleza bestial solo la cubre una finísima capa de cultura, de melindrerías.” (pp 104)

Crímenes que afectan a inocentes. A los invadidos. A civiles. En especial a los más débiles, niños ancianos, mueres.

Pero también a esos jóvenes soldados envalentonados por esos conceptos. Por un “hacerse hombres” o estar a la altura de esos héroes de la Gran Guerra. Y, sin embargo, terminan destrozados físicamente y/o psíquicamente.

“La vida está acabada, no habrá nada en el futuro. Esto a los hombres les duele más todavía. Una mujer puede aferrarse a su hijo, pero ellos no tienen nada en lo que centrarse. Ellos regresan, se enamoran, tienen hijos… y, sin embargo, por encima de todo sigue estando Afganistán.” (pp 51)

Los muchachos de zinc permiten acercarse a la brutalidad de la guerra, de esta guerra. A la mentalidad de Putin. A lo inaceptable que debiera ser esta guerra. Y a lo urgente de cambiar este mundo.

“-¡Mamá! ¡Mamá!
-Estoy aquí, hijo –les decíamos, los engañábamos.
Nos convertíamos en sus madres, en sus hermanas.”
(pp 48)

Los muchachos de zinc
Penguien Random House Grupo Editorial

Los muchachos de zinc

Svetlana Alexiévich
Penguin Random House Grupo Editorial
México, 2016