En Los hombres que no fui, Pablo Simonetti nos presenta el recorrido que hace el protagonista, Guillermo, por el que fuera su departamento, donde se realizará un gran remate de antigüedades. Es un rememorar buena parte de su vida en pareja con Alberto. Un recordar donde se confronta memoria y presente, el protagonista de ayer y el de hoy con esos espacios y los conocidos que se va encontrando.

Pablo Simonetti cuestiona las normas y las certezas -muchas veces cesdalificadoras- del mundo conservador chileno -de donde él procede- con las que se reafirman y se diferencian del resto (de los arribistas, del populacho, nuevos ricos, etc.). También cuestiona, de manera comprensiva, compasiva, cariñosa, las normas y certezas de esos grupos marginales y marginados -en este caso ese grupo gay culto y aristocrático- que recurren a ellas para reafirmarse en una identidad, en características que los sostienen y constituyen sin ser, en el fondo, ellos mismos, sino una pantalla, una máscara.

Un relato donde prevalecen las preguntas, las dudas por sobre las certezas, las normas, las voces autorizadas. Un relato de asociaciones, de vínculos, muchos de ellos precarios, inestables. Un relato sobre la memoria, los afectos y el crecimiento.

Un cierto “mundo” gay

El escritor, desde su cuento Santa Lucía (1997), nos ha entregado una obra que muestra parte del mundo gay en Chile. Una parte, porque se remite a “su” mundo, ese de clase alta, acomodada (adinerada), conservadora, culta.

Pablo Simonetti hace en sus libros retratos y descripciones de personas y ambientes sensibles, precisos, capturando muchas veces lo maravilloso de la vida. Sin dejar de lado debilidades, partes oscuras, miedos.

Los libros de Simonetti son, como el mismo afirma, historias personales o cercanas ficcionadas. O relatos inspirados en su vida, en su entorno. Sus personajes, así, dan reflejos conocidos, pistas que uno cree –en algunos casos- saber a quiénes conducen. Y los lugares son conocidos, cercanos. Lo que describe, es algo (cada vez menos) oculto, que no vemos. O no queremos ver.

Los hombres que no fui

El libro es el relato de Guillermo, un gay que vuelve al departamento donde vivió gran parte de su relación con Alberto. Es en el edificio “barco” del arquitecto Sergio Larraín García-Moreno (padre del fotógrafo), ubicado en Merced con José Miguel de la Barra (Santiago centro).

En el departamento se realizará un remate de antigüedades. Son los objetos que dejó al morir el anticuario –también homosexual- que le compró el departamento. Mientras recorre las piezas, reviven en Guillermo recuerdos de su vida con Alberto. Surgen contrapuntos entre cómo habitaba él esos espacios y cómo lo hizo el anticuario. Y, en este recorrido, se va encontrando con conocidos que han ido por curiosidad o interesados en rematar algo.

Los hombres que no fui se estructura en ese recorrido por el departamento y en las personas que se va encontrando el protagonista, cuyos nombres designan cada capítulo.

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Cada personaje, a su vez, lo lleva a conflictos, desafíos, vivencias, contrastes que ponen en cuestión o reafirman al protagonista.

Los hombres que no fui es una gran idea resuelta de gran forma, que vincula a otros textos de Pablo Simonetti, como Santa Lucía. Un texto que nos acerca a una diversidad de personajes, muchos de ellos enmascarados para evitar la discriminación, la exclusión (O para ser admitidos). La misma que ha sufrido el protagonista al asumir su homosexualidad frente a su familia y su antiguo entorno.

“Me hizo pensar en todas las formas de disimulo a las que tuvieron que recurrir tantos hombres a lo largo de sus vidas, con el fin de no perder el lugar que su familia les había heredado o el que a punta de esfuerzos habían llegado a ocupar (sic). Hombres viviendo su amor a escondidas para no terminar señalados como parias. La verdad llevaba a la deshonra ante la vista de los demás, la mentira, a la deshonra ante sí mismos” (pp 68-69)

Y es precisamente en esa disyuntiva, asumir la condición de homosexual y ser condenado por ello, o no asumirlo o llevarlo de manera oculta, parte central del relato. De la vida de muchos personajes. Incluidos algunos heterosexuales. Entre apariencias impulsadas por reglas sociales, formales, y la esencia y las búsquedas individuales. Una pugna cada vez más fuerte, más evidente y visible en un mundo (al menos en parte de él) con grandes cambios impulsados por los feminismos y las minorías o divergencias sexuales, entre otros.

Los personajes, las vivencias, son descritos con buenas cuotas de cariño, de comprensión, de empatía. Transformando la novela en un ejercicio de mostrar con “humanidad”, con deseos de comprender, este mundo cada vez menos cerrado pero todavía ajeno para la mayoría.

Es un recorrido por la vida del protagonista-autor sin dejar de lado autocríticas, de reconocer errores y debilidades. Un ejercicio de reafirmación autocrítico.

Un punto a destacar es que sus descripciones, la sensibilidad, son distintas (a “nuestro mundo” machista, heterosexual). Corresponden a otra mirada, a ese particular mundo al que pertenece el protagonista, y el autor.

Los hombres que no fui es una nueva apertura a este microambiente, sin encubrir miedos, simulaciones, encubrimientos, rabias, heridas y, en especial, las contradicciones de este mundo que necesita abrirse, cambiar la sociedad, y, al mismo tiempo, es conservador en muchos aspectos.

Buen libro, un aprendizaje.

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Alfaguara

Los hombres que no fui
Pablo Simonetti
Alfaguara
Santiago de Chile, octubre de 2021