Lo inexorable y lo melancólico prevalecen en esta puesta en pantalla que interpretan y transmiten en vivo por el medio virtual las actrices Coca Guazzini y Leonor Lopehandía, que también es la directora.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Dos aristas que en “Es buena nuestra vida juntas” se enfrentan y luchan por imponerse en un drama familiar y contemporáneo cuando madre e hija viven momentos de despedida, tranquilidad y desesperación.

Paradojas que resaltan pese a plantearse en un ambiente de tan extrema cotidianeidad que la historia que se relata, incluso las protagonistas, peligran desvanecerse.

Marta y Jessica, madre e hija, conversan a través del sistema virtual: la joven quiere enseñarle cómo debe cuidarse las uñas a una mujer adulta dependiente que necesita instrucciones precisas sobre qué debe hace cuando viva sola.

Y como se trata de una relación filial de amor entre ellas, no es raro que la sinceridad también catapulte recuerdos, interpretaciones y alusiones que llevan a la recriminación y, tal vez, a odiar la arista negativa de esta relación… aunque no se manifieste.

Es buena nuestra vida juntas, foto de Pamela González (c)

Convicción y contención

En este relato, una confrontación coloquial cruzada por situaciones antagónicas larvadas, que llegan al público a través del Zoom, ambas avezadas actrices se mueven con soltura y revelan lo que sus personajes están viviendo, en una puesta en pantalla de estructura convencional en tiempo y espacio que no deja nada sin mostrar.

La convicción de la hija de terminar con su vida es consecuencia de no querer seguir sufriendo una epilepsia que la ha incapacitado al extremo, física y espiritualmente.

La contención y eludir lo feo de la realidad de la madre obedece a la funcionalidad que le asigna la tradición patriarcal a la mujer, rol que tampoco cumple plenamente. “Me gusta tener cosas para hacer, no considerar”, dice convencida.

Es el tema de fondo que propone la obra, un relato corriente que tiene la particularidad de asentarse en la cotidianeidad más absoluta que se refuerza una y otra vez, no con discursos sino mediante el ejercicio de vivirla.

Vida de hogar

Marta reina en su cocina atiborrada de objetos, recorre este territorio y, a menudo, saca la puesta en pantalla de la inmovilidad de la cámara fija, además de generar imágenes en algunos planos, con el tejido como escudo, trinchera y arma.

Jessica, como tiene muy claro qué tiene que decirle a su madre, le informa la decisión que tomó y la instruye sobre qué hacer en la vida diaria para no morir en el intento. Por hacer lo mejor, la aplasta de vida hogareña.

Le habla de toallas, conducta frente a familiares, cómo usar la lavadora, cuando tomarse las pastillas, regalos de cumpleaños, seguridad en el barrio, del error de ir a vivir con su pareja a la casa paterna…

De la pistola del papá, del significado de un disparo, que se tome un chocolate caliente, que es la escogida como testigo virtual de lo que hará; también hablan de la muerte, de la noche, la oscuridad y el silencio.

Todo cotidiano. La mamá teje, le cree y no le cree; para distraerla y entusiasmarla le dice que llamará a la ambulancia, porque a su hija le gusta el chofer.

(Entremedio, hay treguas, se cuentan cosas y ríen divertidas; la mamá baila para aliviar la situación, ríe y hace reír a su hija).

Que sentían vergüenza de tener una hija epiléptica; la mamá cuenta que a un amiga no le gustaban las manos frías de muerto de Jessica; “querías a mi papá”; no, afirma la mamá; que el papá decía “que eras una debilucha que no llegarías a ser nada”; “pero me quería”, responde Jessica.

Para resolver, mamá propone: “Compremos un perro para que lo cuides”; respuesta-síntesis: “Para eso te tengo a ti”.

Ambas cantan un antiguo tema infantil: “Yo soy un pobre diablo / me siento muy cansado / cansado caminando tanto… ”.

“Me siento mejor que nunca, deja que me vaya suavemente”, ruega Jessica. “No puedes dejarme”, responde Marta.

Luego, despedida, desesperación, tranquilidad. Lo melancólico, lo inexorable.

Es buena nuestra vida juntas, foto de Pamela González (c)

Es buena nuestra vida juntas

Inspirada en “Buenas noches mamá”, de Marsha Norman (EE.UU).
Dirección: Leonor Lopehandía
Elenco: Coca Guazzini y Leonor Lopehandía  
Asistencia de dirección: Olivia Lanas
Voz en off: Carolina Llanos
Diseño sonoro: Juan Carlos Vergara
Asesoría en Diseño: Monserrat Catalá
Asesoría de proyecto: Maria José Riveros

Teatro Sidarte
Sala Digital Gabriela Medina
. Zoom.
Sábado y domingo, 19.00 horas.
Entrada (Paga lo que puedas), $1.000 a $ 6.000.
Hasta el 12 de junio.