Es extraña la Violeta Parra. Compone y canta lindo. Pero leerla es otra sensación. Una sensación a silencio sin eco. A jardinera atrapada por el oxímoron, voz sin tono, carencia de guitarra y un sonido que en Violeta Parra es irrenunciable. Por eso cuesta comentar un libro que no suena a lamento y belleza al abrir sus páginas. Por lo menos cuesta cuando se trata de Violeta Parra.

Por Marcel Socías Montofré

Por cierto, dejar claro que no es una crítica o cuestionamiento al libro “Centésimas del Alma”, de Ediciones Biblioteca Nacional. Sin duda se elogia el rescate de una serie de versos inéditos de la cantautora. Manuscritos que a comienzos de los años 60´ fueron obsequiados por Violeta Parra al ingeniero Miroslav Skármeta.

Cuenta la historia que en un encuentro donde ambos estaban, el ingeniero elogió la capacidad creativa de la cantautora. Y ella, como agradecimiento, volvió al día siguiente con cerca de 650 versos escritos en papel. “Ahí tenís…”, le dijo la Violeta para que el ingeniero –“Anteojito”, como ella le decía por cariño- supiera de qué madera y Parra estaba hecha.

El tema es que los versos se perdieron con el tiempo. Típico de Chile. Pero lo bueno es que, a propósito del centenario de Violeta Parra, el ingeniero decidió donar al Museo de la Violeta (Vicuña Mackenna 37, cerquita de Plaza Italia), para que luego fueran publicados por Ediciones Biblioteca Nacional.

Hasta ahí todo bien.

El tema –o cierto ruido de lectura- es que precisamente cuesta “leer” a Violeta Parra, más todavía cuando su proximidad universal está dada no sólo por el contenido de sus versos, sino también –y tal vez por sobre todo- su imponente y desgarradora presencia de sonido, su sencillo y casi minimalista histrionismo, su guitarra y su raíz de creadora en la oralidad. Aquello donde la Violeta es por lejos superior a su hermano Nicanor.

Aunque, claro, Nicanor tenía el don de la palabra escrita. A tal punto que dibujaba geniales ironías sobre la hoja en blanco.

Violeta lo hacía sobre el silencio en blanco.

Eso. Como para ir cerrando los diez versos de ocho sílabas cada uno. Decir entonces que es tremendo aporte para los investigadores, la academia y el lector en general –de los que todavía quedan, no hay que perder la esperanza-, una obra que permite conocer de cerca el proceso creativo de Violeta Parra. Hasta la belleza de sus correcciones.

Eso sí. Queda cierto gustito a poco. Porque la Violeta se escucha. Leerla tal vez sea tema del Santo Padre allá en Roma. O confiar en que los chilenos comiencen a valorar a la Violeta Parra como una creadora universal.

Ahí está la deuda. Y no es de la Editorial, por cierto.

Centésimas del Alma

Violeta Parra
Ediciones Biblioteca Nacional
Santiago de Chile, 2019