Michael (Michael Silva, único actor profesional en la cinta) se entera que su amigo Mauricio está gravemente enfermo. Entonces decide hacer un milagro y mejorarlo, para lo cual viaja descalzo desde La Tirana a Pisagua.

La película de Christopher Murray ofrece múltiples lecturas y relaciones (con otras cintas y obras) muy diversas. Ver El Cristo ciego puede remitir, por mencionar algunas, a películas chilenas como A la sombra del sol (1974, Silvio Caiozzi y Pablo Perelman) o Las niñas Quispe (2013, Sebastián Sepúlveda), en su acercamiento al norte.

Murray nos recuerda el cine chileno de los 60 y principios de los 70, en ese esfuerzo por llegar al “pueblo” sencillo, marginado, sufriente, “invisibilizado”. Un cine cercano al Neorrealismo italiano, que busca retratar, capturar, el sufrimiento de la gente sencilla no interpretándola sino incorporándola. Un cine hecho en gran parte sin “actores” sino con integrantes de ese mismo pueblo.

En este sentido, El Cristo Ciego también remite a Pier Paolo Pasolini, tanto por incorporar mucha gente de pueblo, con una estética “popular”, sencilla pero cuidada, ajena a una belleza institucionalizada de “modelos”, como por su cinta El Evangelio según San Mateo, donde hace reiteradas referencias al arte religioso de grandes maestros italianos.

En este punto, da la impresión que Christopher Murray va tejiendo múltiples diálogos que nos resuenan consciente o inconscientemente, aunque es muy probable que muchos pasen desapercibidos.

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El Cristo ciego y Lamentación sobre Cristo muerto de Mantegna

Un momento clave en la película es cuando Michael llega donde Mauricio para hacer el milagro de sanarlo. En una escena, Mauricio está tendido en una cama…

La cita visual de Lamentación sobre Cristo muerto de Mantegna parece evidente. La pintura de Andrea Mantegna, pintada a fines del s XV, nos presenta a un Cristo muerto, muy humano, marcado por las heridas del tormento. La muerte chocante en la rigidez de las manos y en el color de su cuerpo. Una imagen muy fuerte, lejos de las idealizaciones tan populares de Jesús, tanto en la cruz como en la resurrección. En el cuadro de Mantegna (como antes en los cuadros de San Francisco de Asís de Cimabue o il Giotto) no hay idealización, hay cruda materialidad.

En la escena de El Cristo ciego se repite la perspectiva del cuerpo en la cama, las personas al costado, solo que en vez de lamentarse esperan. Y que el vacío que hay en el cuadro a la derecha, en la película lo ocupa Michael.

Murray reemplaza a Cristo por Mauricio, un trabajador desahuciado. Y “Cristo” (Michael) quiere llenar el vacío que hay en el cuadro. Un cambio de roles…

Esta escena, central y clímax de la película, permite muchas lecturas e interpretaciones. Y como toda la cinta, no quiere dar respuestas sino estimular preguntas. Preguntas pertinentes, incisivas algunas, pero respetuosas. Respetuosas con todos, “creyentes” o no, como con las mismas personas que participan de la película.

(Es importante señalar que el guión de la cinta surgió de una larga investigación realizada por Murray en el norte, donde fue conociendo diversas historias de los futuros protagonistas de la cinta).

El Cristo ciego es una búsqueda y, desde ese punto de vista, quiere encontrar, quiere creer.