Los colombianos celebran este Viernes Santo con dolor en sus corazones por la pérdida de Gabriel García Márquez, gigante de la literatura universal, que falleció el jueves en Ciudad de México.
Entre los fieles que se disponían a peregrinar de rodillas hasta la cima del Montserrate para rendir culto a la Virgen que preside Bogotá, muchos devotos recordaban en sus oraciones al Nobel de Literatura colombiano, que murió el jueves a los 87 años en su domicilio en México, donde residía desde la década de 1960.
“Por supuesto que voy a rezar para él. Voy a pedir al Cristo que lo tenga a su lado, como se lo merece. Era un hombre inmenso”, dijo a la AFP Doris Vidales, una ama de casa de 58 años, que con los ojos enrojecidos se disponía a subir, junto a sus cuatro hijos, los cerca de 1.000 peldaños del monte.
En el centro de Bogotá, las ediciones especiales de los diarios, que rompieron una tradición de asueto para prensa, solo levantada en 1983 para informar sobre un terremoto que arrasó la localidad de Popayán, eran despachadas con rapidez.
“Inmortal”, tituló en su portada el diario El Espectador, en cuyas páginas García Márquez plasmó reportajes y columnas, en coincidencia con la edición especial del periódico El Tiempo, que eligió la expresión “¡Gabo, inmortal!” para su cabecera.
“Me da orgullo de vender ese edición histórica. De ese homenaje que le rendimos. La gente que me lo compra está muy emocionada”, cuenta Alexandra Rodrígez, una vendedora de diarios de 40 años, que hace 20 años se dedica a este oficio.
“Es una noticia muy triste no sólo para todos los colombianos, sino para el mundo entero. Él había revolucionado la literatura”, dijo Mario Candelas, médico de 65 años, quien logró hacerse con uno de los ejemplares.
En la plaza de Bolívar, el centro cívico de la capital colombiana, las banderas ondeaban a media asta en el Congreso de la República.
Allí, los viandantes se detenían para rendir homenaje a una estatua de Gabo, inaugurada hace unos meses en el jardín del Palacio Liévano, sede de la alcaldía, adornada con un ramo de margaritas y mariposas de papel amarillas, siempre presentes en su obra.
“Un pincho en el corazón”
“Me da un pincho al corazón de cruzar esa estatua ahora que no esta más”, se lamentó Alexander Fagua, un policía de 35 años. “Mi generación nació con las palabras de ese hombre”, dijo.
“La generación de ‘Cien años de soledad’, tendrá una segunda oportunidad en la tierra”, reza un mensaje depositado a los pies de la escultura, firmado por Gustavo Petro, destituido alcalde de Bogotá, quien fue apartado de su cargo hace un mes.
Al igual que Petro, un exguerillero de izquierda, que mencionaba a menudo fragmentos de la obra de García Márquez en sus discursos, muchos colombianos destacan el compromiso político del fallecido autor, que intentó infructuosamente mediar entre el gobierno y las guerrillas para concretar la paz en su país, azotado desde hace 50 años por un conflicto armado.
A la salida de la capilla del Sagrario, adscrita a la Catedral de Bogotá, muchos fieles destacaron el dedicación del escritor.
“Que lástima que no pudo vivir la paz en Colombia. Nos aportó tanto. Estoy convencida que va seguirnos y que la va vivir un día, allá arriba”, dijo conformada Angélica Gutiérrez, economista de 45 años.
La guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que actualmente negocia con el gobierno colombiano en Cuba un fin al conflicto, prometió, en honor al Nobel, buscar una “reconciliación”.
El duelo nacional de tres días decretado el jueves por el presidente colombiano Juan Manuel Santos, se extenderá dos días más en Aracataca, localidad donde nació el escritor en 1927, donde este viernes se organizaban lecturas y cantos populares.
“Antes de él no existíamos ni en el mapa de Colombia”, dijo Pedro Sánchez Rueda, exalcalde de Aracataca, localidad que inspiró al Nobel para la creación del universo literario de Macondo, plasmado en su obra cumbre “Cien años de soledad”, pero también en otras creaciones.