Ambientalistas, pobladores e indígenas del río Xingú temen las consecuencias del más controvertido proyecto del gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva en la Amazonía: la hidroeléctrica Belo Monte, que cuando entre en funcionamiento será la tercera mayor del mundo.

Imagen: foroluchasagua.wordpress.com

El gobierno brasileño dio el lunes autorización ambiental a la hidroeléctrica de 11.000 MW de potencia y anunció que en abril abrirá la licitación del proyecto valorado en 11.000 millones de dólares y que inundará una área de 500 km2.

La oposición es frontal en las comunidades distribuidas a lo largo de más de 100 km de la cuenca del rio Xingú y en el municipio de Altamira (estado de Pará).

“Será un proyecto de muerte para beneficiar a las empresas. Al contrario de lo que dicen, no es energía limpia: genera gas metano que causa el cambio climático y gravísimos daños socioambientales, con 30.000 desalojados”, dijo a la AFP Antonia Melo, del movimiento Xingú Vivo, que integran 150 organizaciones indígenas y sociales.

Uno de los más activos opositores, el obispo del Xingú, Erwin Kräutler, denunció a la AFP: “El proyecto subestima completamente las consecuencias irreversibles, será el caos; Lula prometió diálogo con la población, y no hubo más diálogo”.

La principal objeción es que “no se garantiza la supervivencia en los 100 km en los que el río será desviado y donde habrá una eterna sequía”, afirmó a la AFP Raul do Valle, abogado de la ONG Instituto Socioambiental.

Ambientalistas y pobladores locales también temen que el escaso flujo de aguas en el verano obligue a hacer otras represas.

Las comunidades locales anunciaron protestas callejeras y acciones legales. También la fiscalía local advirtió que puede tomar medidas.

Los procuradores también cuestionan el proyecto que requerirá “excavaciones equivalentes a la obra del canal de Panamá” y duplicará la población regional, con al menos 85.000 personas que llegarán buscando trabajo, lo que significa más presión sobre la tierra, deforestación y demanda de servicios que ya son escasos, dijo a la AFP el procurador Ubiratan Gazetta.

El cantante británico Sting es uno de los activistas que ha defendido la causa local y el año pasado invitó al líder indígena Raoní al palco en un concierto en Sao Paulo para denunciar el proyecto Belo Monte.

El gobierno brasileño, que está construyendo otras dos grandes hidroeléctricas en el también amazónico río Madeira, asegura que la autorización ambiental da las garantías necesarias al proyecto.

“Es la licencia ambiental con más exigencias de la historia. La empresa (que gane la licitación) tendrá que gastar 1.500 millones de reales (unos 800 millones de dólares) en mitigación” social y ambiental, dijo el ministro de Medio Ambiente, Carlos Minc.

Para el analista de energía Adriano Pires, “Belo Monte asegura la producción de una energía limpia”, en un momento en que Brasil tiene que hacer frente a un aumento del consumo eléctrico de 5% anual.

Y completa: “A pesar de invertir pesadamente en energías alternativas, comparados con Brasil, los países europeos todavía están en pañales. En Alemania, siempre citado como ejemplo, 10% de la energía es producida por fuentes renovables, mientras en Brasil las hidroeléctricas producen 90% de la electricidad. No podemos renunciar a eso y por eso es importante Belo Monte”.

Belo Monte será la segunda mayor hidroeléctrica brasileña (después de la gigantesca Itaipú de 14.000 MW), y la tercera del mundo detrás de Tres Gargantas (China), representando 11% de la potencia instalada de Brasil.