ESPECIAL COPA DEL MUNDO RUSIA 2018
Domingo 10 junio de 2018, a las 13:43
Muerte, pobreza y una pelota: la historia del ’tatuado’ Sterling que incomoda a Inglaterra
Por: Felipe Santibañez .
Ian Kington | Agence France-Presse
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Raheem Sterling (23 años), ávido usuario de redes sociales como buen millenial, posteó en su cuenta de Instagram una foto tomada en los entrenamientos de la selección inglesa, que trabaja con la ilusión de poner fin a la maldición de los mundiales que la agobia desde el título del ’66.

En la imagen se ve al extremo del Manchester City con peto y pantalón corto. Sobre la media blanca asoma una escopeta tatuada en la pantorrilla de su pierna derecha. El sector más flemático de la sociedad inglesa, amante de los buenos modales y el pelo engominado, estalló en cólera. Se atrincheró para pedir en masa su desvinculación inmediata del seleccionado si no se borraba el dibujo, alegando que es un pésimo ejemplo para los niños que lo admiran. El diario The Sun, siempre con un bidón de gasolina en la mano, tituló grandilocuentemente: “Raheem se dispara en los pies”.

No es la primera vez que Sterling era arrastrado por el espiral de una polémica. Ya había estado en la palestra por una foto en que se le veía fumando tabaco en una pipa de shisha, por otra imagen en que inhalaba hippie crack (gas de la risa) o cuando dos ex novias lo denunciaron por violencia. Raheem, a punto de ser consumido por un magma burbujeante y con montones de dagas filosas cayendo sobre él, podía dar explicaciones y salió a hacerlo.

Cuando tenía dos años mi padre murió asesinado a tiros. Me hice la promesa de que nunca tocaría un arma en mi vida. Disparo con mi pie derecho, pero el tatuaje tiene un significado más profundo”, escribió el futbolista en la misma red social en que estaba siendo condenado. Ni su oscura historia ni que varios compañeros hayan salido a defenderlo, detuvieron el escarnio.

El tatuaje de Sterling | Agence France-Presse
El tatuaje de Sterling | Agence France-Presse

Para el futbolista esa es la forma de recordar a un hombre que no lo reconoció al nacer y al que solo conoce por lo que le dicen los demás. La que hacía todos los malabares para mantenerlo era su madre, Nadine. Su historia es un relato de resiliencia y cariño. Se crió en un barrio bravo de Kingston, Jamaica en que faltaba la comida, las oportunidades, los servicios sanitarios básicos y las pandillas dirimían todo a balazos. Allí su padre fue devorado por la muerte. Su familia, asustada de que la historia se repitiera, no le despegaba el ojo. En esas calles grises también empezó el amor por el fútbol. No había plata para comprar una pelota, así que se entretenía chuteando una caja de jugo vacía. A medida que crecía jugaba con niños que le sacaban hartos años de diferencia, pero los volvía locos con su gambeta endiablada.

Cuando tenía seis, su mamá pensó que el futuro sería menos gris en Inglaterra. Se mudó a Londres y trabajaba todo el día para poder llevarse a Raheem y a sus dos hermanas, Lakima y Kimberley, a Europa. Finalmente, lo logró. Se instalaron en un barrio que estaba a pocas cuadras del viejo Wembley. El niño tomaba la bicicleta y pedaleaba cinco minutos hasta llegar al mítico estadio que sería demolido en 2003. “Algún día, cuando el estadio esté construido, me gustaría jugar ahí”, decía en esos momentos.

Sin embargo, Raheem no se acomodaba en la capital inglesa. Acumuló problemas de comportamiento en su primer colegio y no entendía las costumbres de sus nuevos vecinos. Estaba empezando a notar lo que era ser inmigrante en esa ciudad. Lo tuvieron que cambiar a Vernon House Special School. Antes de empezar, Chris Benchi, su nuevo profesor, le advirtió sin rodeos cuáles eran sus opciones: “Si sigues el camino por el que vas, para cuando tengas 17 estarás jugando para Inglaterra o en prisión. Fue algo duro de decir y no creo que haya sido un momento decisivo, pero definitivamente sentí que era cierto. No iba a haber un término medio para él. No iba a ser un tipo que trabajaba como mecánico o obrero. Iba a ser notable”.

En su nuevo colegio pasaba, por lo bajo, dos horas diarias jugando a la pelota. Su familia y la pelota lo calmaron. No pasó mucho tiempo para que llamara la atención de los muchos clubes existentes en la capital inglesa. Finalmente, la academia del Queens Park Rangers lo fichó.

El muchacho de las trencitas a lo Snoop Dogg revolucionó la cantera de ‘The Hoops”’. Más de 600 seiscientas personas iban a verlo jugar y en un partido anotó la friolera de cinco goles, aunque terminó llorando porque no pudo salvar a su equipo de la derrota. Poco a poco llegó la ropa fina y los relojes ostentosos que tanto le gustan, al igual que las tentaciones de un sin número de agentes. Con solo catorce años fue portada del diario jamaiquino Gleaner en el que se anunciaba que jugaría por la selección de su país de origen. Los colosos de la Premier League posaron sus ojos en el joven de origen jamaiquino. Según Steve Gallen, su entrenador en el QPR, Arsenal, Chelsea y Tottenham no se convencieron porque era “muy pequeño”. Liverpool, en cambio, apostó todo por él.

Debutó con Kenny Dalglish y Brendan Rodgers lo elevó al pináculo de su carrera. Creció bajó el ojo vigilante y cuidadoso de Steven Gerrard y Luis Suárez. Los hinchas lo querían y estuvo a punto de alcanzar la gloria en Anfield en una campaña histórico, pero el Manchester City de Manuel Pellegrini les ganó por cabeza. El mismo ‘Ingeniero’ se llevó al Etihad en lo que fue la transferencia más cara en la historia del fútbol inglés. Hoy, habiendo conquistado la Premier con ‘Pep’ Guardiola y ad portas de disputar su segundo mundial, espera darle alegrías a todos los que lo han condenado.

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