Muchas veces, la intensidad de un episodio chiquito basta para graficar sucesos de tremenda magnitud que involucran, incluso, a todo un país.

Es el caso de “La Victoria”, de Gerardo Oettinger, dirección de Paula González, una de las obras de la muestra nacional del Festival Santiago a Mil 2017.

Porque las actrices de la compañía Teatro Síntoma empapan el escenario con las emociones que surgen de los testimonios de pobladores que participaron en las Ollas Comunes en esta población de Santiago, durante la larga dictadura militar.

Entregan un retazo de historia de Chile, aportado por organizaciones sociales que enfrentaron la más básicas de las necesidades humanas -comer-, agrupándose y siendo solidarias, sin olvidar que la lucha por la libertad y la dignidad se jugaba en las calles de la capital.

Reserva moral

Nerviosas y afectadas, un grupo de mujeres lamenta la destrucción que dejó el allanamiento a la capilla donde funcionaba la olla común.

Tienen la decisión de perseverar
-el hambre de niños y adultos mayores no acepta explicaciones-, aunque echan de menos a la religiosa que ha sido el puntal.

Escoba en mano limpian el lugar, salvan algo de los alimentos pisoteados y elucubran dónde conseguir otra olla, robada por los valientes soldados.

En momentos, discuten y llegan a pelear violentamente entre ellas, sobrepasadas por las tensiones: son mujeres convencidas de lo que hacen, pero las limitaciones ideológicas de algunas de ellas dificulta entender el origen de la situación que se vive.

Entonces, el recelo y el miedo juega en contra, más aún si la brutalidad represiva se siente en carne propia.

La escenografía (elegida para representar a Chile en la Cuadrienal de Diseño de Praga, en 2015) y las actuaciones del elenco son coherentes con el naturalismo extremo de una obra que transcurre en un sector de la mediagua.

Allí están el altarcito con velas a la virgen, un crucifijo colgado, un par de bancas, la mesa, un fogón, ollas, papas, cebollas, la harina volcada en el suelo…

Lo simbólico, una y otra vez, se instala en los valores colectivos que exhiben estas mujeres, en la pertenencia a una población emblemática y a una tradición de lucha.

Se manifiesta también en sentirse responsables de dar de comer a todos quienes lo necesiten en la población, el gran objetivo, mientras esperan la llegada de la carne que un grupo armado está repartiendo luego de asaltar un camión.

Ese es el frontón donde chocan las debilidades, los titubeos, los temores, lo que se oculta y lo que se dice, y las desgracias que nunca vienen solas.

Un trabajo actoral cuya convicción escénica transporta una reserva moral y de dignidad escasa en nuestros días y que revela cómo, desde la ficción, se aporta a la historia social y real de nuestro país, a través de sucesos gestados en las organizaciones sociales… que no recoge la historia oficial.

Teatro del Puente . Parque Forestal s/n. 9, 10 y 11 de Enero, 22.00 horas. Entrada $ 6.000.