El gobierno y el Pacto Nueva Mayoría conmemoraron por separado el golpe del 11 de septiembre de 1973. Es interesante leer los discursos de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet.

En el caso de Piñera, no sólo ha condenado las violaciones a los derechos humanos, sino además se ha insistido en explicitar que la dictadura tuvo cómplices civiles.

Si lo de Piñera puede entenderse como una frontera que deja en la culpa a muchos de sus colaboradores, también debe leerse como una oportunidad para que muchos jóvenes que se sienten de derecha, no tengan que inevitablemente asociarse o ser asociados al pinochetismo.

Michelle Bachelet, en tanto, en su discurso hizo una importante reflexión sobre el golpe de Estado. Dijo que éste se inscribe en una ampliación de “una democracia genuinamente de masas”, donde la institucionalidad no fue capaz de generar los espacios de participación.

“Esa es una primera lección que debemos extraer. O la democracia se asume en permanente proceso de expansión, o sencillamente los hechos la irán superando”, dijo Bachelet.

Lo relevante de esta declaración de Bachelet es que plantea el desafío que podría enfrentar su eventual gobierno: cómo generar una institucionalidad que “dé el ancho”, o sea, que genere espacios de participación.

La demanda de más democracia, de participación, es lo que hemos visto en las calles desde hace un tiempo. ¿Habrá ahora oídos a esa queja?