Un equipo de profesionales de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello realizó una investigación a 1.656 embarazadas y sus familias, adscritas al programa Chile Crece, una propuesta a disminuir desigualdades desde la gestación hasta los 4 años de edad, especialmente en personas más pobres.

Entre las evidencias arrojadas en el estudio del equipo demostró la asociación entre vulnerabilidad social con mayores niveles de estrés y ansiedad de la madre antes y durante el embarazo y, como consecuencia, mayor incidencia de prematuridad, bajo peso al nacer, destete precoz, deficiente calidad del cuidado del niño, mayores tasas de rezago, retraso del desarrollo infantil, déficit atencional e hiperactividad, problemas del lenguaje, deficiente competencia social y el comportamiento del individuo para toda la vida.

Respecto al perfil sociodemográfico, alrededor de 70% de las gestantes se embarazó en una edad biológicamente segura, entre los 20 y 34 años, observándose una mayor presencia de gestantes adolescentes en el grupo vulnerable.

Una de cada dos familias compartían la vivienda y, en dos de cada tres viviendas el baño no era de uso exclusivo de la familia.

En suma, las familias vulnerables de las gestantes mostraron una situación más adversa respecto a riesgo psicosocial, discapacidad, hacinamiento, relación de dependencia, seguridad social, condiciones de habitabilidad y precariedad laboral y económica.

También, los resultados muestran una alta proporción de embarazadas adolescentes asociadas a deserción escolar, crianza sin pareja y dependencia de la familia de origen.

En este estudio, la precariedad laboral de las mujeres que trabajaban demostró una fuerte presencia de trabajo informal, bajos ingresos y baja cobertura de seguridad social, situación que implica la ausencia de beneficios para el real ejercicio de una maternidad segura e infancia protegida.

La tasa de dependencia encontrada, confirma que una familia es más vulnerable cuando en el hogar hay embarazadas, lactantes o niños pequeños y estudiantes.

Además, la mujer jefe de hogar que trabaja abarca una doble jornada laboral, combina el trabajo asalariado y el trabajo no remunerado en casa, lo que la expone a padecer altos niveles de estrés por la sobrecarga de género.