Estudiar es una de las tareas más exigentes que tenemos dentro de nuestra etapa universitaria. Acudir a la biblioteca, sacar libros, dar con resúmenes, guías y cuánto más del tema que pasó el profesor en clase.

Incluso leyendo todo lo que nos aparezca, de nada servirá si no tomamos de ello apuntes, ya que “actúan como un filtro que nos ayuda a concentrarnos en lo importante, asignan prioridad a los asuntos de más trascendencia, y prescinden de las frases de relleno”.

Quien dice eso es Dominic O’Brien, reconocido mnemonista británico, ocho veces campeón de memoria y autor de varios libros con técnicas de recordación.

La última de sus obras habla precisamente de los estudios, con un titular más que llamativo: “Cómo aprobar los exámenes”. En una entrevista con el diario español ABC, explica algunas de las técnicas de estudio, que te contamos a continuación.

En primer lugar, hace una distinción entre los tipos de estudiantes que hacen apuntes, según su forma. Están “los reporteros”, aquellos que intentan anotar cada detalle y palabra emitida por el profesor, cosa de evitar perder cual dato. Sin embargo, cae en una ensalada de anotaciones que se hacen imposible de descifrar.

También está el “frenético”, es “el que se recrea en dibujar un laberinto de flechas, cajetines y más flechas que apuntan a todas partes. No es la clase de persona que te gustaría tener como controlador aéreo mientras el avión en el que viajas se dispone a tomar tierra”, bromea O’Brien.

Otro que se suma a este tipo de estudiantes con sus anotaciones, es el “dibujante consciente”. “También recurre a los organigramas de flechas y cajetines, pero con más orden, procurando que todos los lados sean de la misma longitud, y que los triángulos y rombos aparezcan perfectamente trazados. Pero el afán de exactitud geométrica le hace olvidar las asociaciones relevantes y la jerarquía de los datos”, comenta.

Antes de dar el gran consejo, detalla que los apuntes lineales no son de su gusto, puesto que “uno tiene que funcionar a razón de una idea por vez“.

“Cuando has empezado una frase, hay que continuar hasta el final. Y en demasiadas ocasiones no se saca nada en limpio. Nuestros cerebros no funcionan de esa manera: son ‘multidimensionales’”, explica, por lo que de plano recomienda los mapas conceptuales.

Para ello, aconseja “manifestar el asunto en forma de una imagen central”. Esto es: “los temas principales irradian de esa imagen dando una formación de árbol. Cada rama responde a una etiqueta, una forma y un color propio. De cada rama pueden irradiar otras ramas secundarias, identificadas por una imagen y/o una palabra clave. Después, las ramas principales o secundarias pueden interconectarse, en función de la intensidad de las asociaciones que existan entre ellas“.

El mapa conceptual, continúa, es algo que “ayuda a nuestro cerebro para que consiga representarse la información pertinente en su integridad. Es, de hecho, un método pedagógico en si mismo”.

Para hacerlo algo más fácil, el ocho veces campeón mundial de memoria entregó 5 claves para crear mapas conceptuales.

- Empieza con una imagen central: Es “el foco” que concentra la atención. Por ello, se recomienda dar con una hoja grande para poder disponer todos los temas que saldrán desde ese centro.

- Una sola palabra por línea: por la vieja manía, querrás poner más de una pero lo mejor hacerlo en una que pueda resumir y recordarte lo específico del tema.

- Imágenes simbólicas: Cuando sea posible, dibuja un elemento ya que esa imagen “no sólo crea impacto visual, sino que además ayuda muy eficazmente a recordar”.

- Varía con colores: “Los colores destacan. Los colores resaltan. Facilitan la coordinación y añaden carácter, amenidad”.

- Sé creativo: Juega un poco con las asociaciones entre palabras y otras. Una invitación a que tu mapa sea tuyo y de nadie más.