Los laboristas británicos lograron un importante avance en las elecciones municipales del jueves en el Reino Unido, que suponen un duro revés para el gobierno de David Cameron en un momento crítico tras dos años en el poder, pese a la reelección de Boris Johnson como alcalde de Londres.

La primera fuerza de oposición se hizo con el control con 32 nuevos consejos municipales, incluidos los de Birmingham, la segunda mayor ciudad británica, y Edimburgo y Cardiff, las capitales de Escocia y Gales, y dirigirá 75, contra 42 para los conservadores de Cameron, según los resultados de los 181 en liza.

El partido liderado por Ed Miliband logró también 824 concejales suplementarios, mientras que los conservadores perdieron 403 y los liberaldemócratas, sus socios minoritarios en la coalición gubernamental, 330 en estos comicios en los que se renovaban alrededor de un tercio de los puestos.

“Somos un partido que vuelve a ganar la confianza de la gente”, proclamó Miliband, elegido líder de la formación después de que Cameron desalojara en mayo de 2010 a los laboristas de Downing Street tras 13 años de poder consecutivos.

“Este Gobierno prometió cambio y han empeorado las cosas en lugar de mejorarlas”, agregó triunfante en un acto posterior, poco más de una semana después de que el país volviera a entrar oficialmente en recesión.

A nivel nacional, los laboristas obtienen un 38% de los votos, dos puntos más que en 2008, contra 31% para los conservadores (cuatro menos) y 16% para los liberaldemócratas, según un cálculo de la BBC, que subraya que la participación, del 32%, es la más baja desde 2000.

Sin embargo en Londres, el excéntrico conservador Boris Johnson revalidó como alcalde frente a su veterano predecesor laborista, Ken Livingstone, al que se impuso de una manera más ajustada de lo previsto, por 51,53% contra 48,47% de los votos, según los resultados anunciados minutos antes de la medianoche.

Johnson prometió “seguir luchando” por los londinenses, y les agradeció por darle “una nueva oportunidad” en este cargo con más visibilidad que poderes reales a menos de tres meses de que la atención mundial se centre en Londres con motivo de los Juegos Olímpicos.

La victoria de Boris Johnson, uno de los aspirantes a dirigir en un futuro a los ‘Tories’, fue unos de los escasos consuelos de estos comicios para Cameron, que acumula las malas noticias tras las sospechas que pesan sobre uno de sus ministros por sus vínculos con el imperio mediático de Rupert Murdoch y la inesperada recesión que según sus críticos es consecuencia del drástico plan de ajuste gubernamental.

Cameron, que por primera vez está también por detrás de los laboristas en los sondeos nacionales, justificó la debacle conservadora por el “difícil contexto” económico, pero insistió en que su gobierno estaba haciendo “lo correcto” para el país.

“Lo que tenemos que hacer es tomar las decisiones difíciles para gestionar la deuda y la economía destrozada que heredamos”, agregó en un claro ataque a los gobiernos laboristas que le precedieron en el poder.

El primer ministro incluso perdió varios concejales ante sus máximos rivales en Witney, su propia circunscripción en el sur de Inglaterra.

Además, a pesar de su llamamiento a respaldar la creación de alcaldes elegidos por sufragio universal, de las nueve ciudades en las que el asunto fue sometido a referéndum todas excepto Bristol votaron que no.

El veredicto de las urnas fue todavía más duro con los liberaldemócratas de Nick Clegg, que por primera vez desde su creación en 1988 tendrán menos de 3.000 concejales en todo el país, castigados por lo que muchos consideran un matrimonio de conveniencia con el partido de Cameron.

Pero como el primer ministro, el número dos del Gobierno se declaró “muy triste” pero reafirmó su intención de seguir trabajando dentro de la coalición para “rescatar y reparar” la economía del país.

Pero la coalición podría ser sometida a presión en los próximos días, después de que algunos miembros del partido conservador lamentaran la influencia de los liberaldemócratas en el gobierno y pidieran al primer ministro que se centre en los valores tradicionales de la derecha.