No cabe duda que la Oficina Nacional de Emergencias fue la principal damnificada del sismo del 25 de marzo pasado que afectó la zona central del país.

El blanco de la críticas nuevamente fue la Onemi, especialmente por la orden de evacuación preventiva emanada del organismo, pese a que desde el Servicio Hidrogáfico y Oceanográfico de la Armada se indicó que el movimiento telúrico no reunía las características para generar tsunami en las costas de Chile.

Pero más allá de la evidente descoordinación, la polémica se encendió aún más cuando se supo desde la Armada que no existió el recogimiento del mar en la zona tal como lo señalaron vecinos. Es decir, la Onemi se basó en testimonios equivocados para tomar una medida, “baipaseándose” a los expertos, en este caso el SHOA.

La forma en la cual gestionó la emergencia la Onemi generó desinformación, y lo que es peor, ahonda una crisis de confianza en la entidad encargada de actuar ante estas situaciones. Y pese a que desde el Gobierno se argumente que se actuó bajo nuevos protocolos, no es de extrañar que la población evacue por iniciativa propia ante un nuevo movimiento telúrico de esa magnitud, antes de obedecer las instrucciones de la autoridad.

Además, la desinformación viene a ratificar que pese a ser uno de los países más sísmicos del mundo, en Chile existen vacíos en el conocimiento que se tiene respecto a los temblores, -confundiéndose magnitud con intensidad, por colocar un ejemplo-, no descartando incluso la ausencia de una “cultura sísmica”.

A mi juicio, la principal razón de la Onemi para actuar de este forma, se debe a la obsesión por desmarcarse de lo sucedido esa fatídica madrugada del 27/F, y que los ha llevado a caer en el otro extremo sobrereaccionando ante la emergencia. Si bien creo que no hay una mala intención en esto que tiene como fin evitar muertes, no contribuye precisamente a generar tranquilidad y confianza en la población.

En ese sentido, creo que se necesitan cambios en la Oficina Nacional de Emergencias, con la contratación de profesionales competentes en geología, prevención de riesgos y oceanógrafos, entre otros. No puede ser posible que en su personal de planta, exista apenas un Geógrafo, según datos publicados en su sitio web.

Pero además, este organismo debe plantearse seriamente el educar a la población, principalmente en colegios y centros educacionales, como también en los medios de comunicación. No basta sólo con enseñar a esconderse bajo una mesa al momento de un sismo, sino que además explicar en qué se diferencia la escala Richter y la Mercalli, por dar un ejemplo.

Por último, creo necesario el aumento en el presupuesto para esta entidad. Pese a que se cuentan estaciones de monitoreo del nivel del mar con tecnología avanzada, es una tarea pendiente que se cuenten con éstas en Constitución, Talcahuano, Valparaíso y San Antonio, pero no en otras zonas como Iloca o Cobquecura, lo que ampliaría el rango de seguridad en la recepción de los datos.

Hay que reconocer que desde ese aciago 27/F han cambiado muchas cosas, pero no es menos cierto que aún hay tareas pendientes y que se deben subsanar lo antes posible, especialmente si nos encontramos en uno de los países más sísmicos del mundo.