La condena a morir por lapidación, sobre todo por adulterio, como en el caso de la iraní Sakineh Mohammadi Ashtiani, es una práctica ancestral en el mundo musulmán que cada día se aplica menos debido a la reprobación de la opinión pública.

Aparte de Irán, ninguno de los países donde rige la sharia, como Arabia Saudita, aplicó esta sentencia en los últimos años. Sin embargo, dos grupos radicales musulmanes, los talibanes en Afganistán y los shebab en Somalia, todavía recurren a ella.

Incluso en Irán donde, según la prensa seis personas fueron lapidadas en los últimos cinco años, la lapidación por adulterio o fornicación es cada vez menos frecuente.

“Actualmente no se aplica mucho en Medio Oriente ni en el mundo musulmán (…) ni siquiera en Irán”, destaca Malcolm Smart, director del departamento de Oriente Medio y Magreb de Amnistía Internacional.

Tanto en Irán como en otros sitios, se alzan voces contra esta práctica que, según los defensores de derechos humanos, apunta sobre todo a las mujeres.

“Algunos aspectos de la lapidación son especialmente odiosos”, si se comparan con otras formas de ejecución, recuerda Smart.

En Irán se entierra a los condenados antes de que voluntarios les arrojan piedras hasta causarles la muerte. Al hombre lo entierran hasta la cintura y a la mujer hasta el pecho. Si el condenado consigue salir por sí solo se libra de la muerte.

En otros países, se ata a los condenados a un árbol o se les tira al suelo, a veces con la cara tapada y otras no.

Irán reiteró el martes que la justicia no había tomado ninguna decisión definitiva sobre la lapidación de Sakineh Mohammadi Ashtiani, condenada a muerte en un caso de adulterio y asesinato.

La revelación de este caso al comienzo del verano boreal indignó a la comunidad internacional y, en julio, Teherán anunció la suspensión de la sentencia de lapidación.

El hijo de Mohammadi Ashtiani afirmó no obstante temer que su madre sea ejecutada.

La lapidación como castigo legal figura en la ley islámica tradicional.

El sitio internet Islamonline da la siguiente explicación: “Hay muchos episodios en la sunna (preceptos del Profeta) y (su) vida (…) en los que el profeta lapidó a muerte a un hombre y a una mujer infieles (…) Esto demuestra por lo tanto que el castigo (…) no es discutible”.

La lapidación es legal en Irán, Arabia Saudita, Pakistán, Sudán, Yemen, los Emiratos Árabes Unidos y en 12 estados de mayoría musulmana del norte de Nigeria, pero en los últimos años casi no se aplicó.

En el régimen ultraconservador de Arabia Saudita, “hace al menos diez años que no ha habido ninguna”, según Ibrahim Mugaitib, de la Human Rights First Society.

En Afganistán, el presidente Hamid Karzai se opone a ella pero los talibanes, que controlan partes del país, aplican la sharia.

También recurren a la lapidación los islamistas shebab en Somalia.

De todos modos, Irán sigue siendo el país donde se usa más.

Según Mina Ahadi, presidenta del Comité Internacional contra la Lapidación, en los últimos 30 años fueron lapidadas 150 personas.

El último caso se remonta a marzo de 2009, cuando un hombre acusado de adulterio fue ejecutado en Rasht (norte) pese a una moratoria decretada en 2002.