Fue en 1993 cuando el fotoperiodista Kevin Carter registró con su cámara una de las escenas más impactantes de la hambruna que azotaba a Sudán, en África.

En la captura, se puede ver a un pequeño famélico que sobrevive a duras penas mientras al fondo un buitre espera su momento.

Esta imagen fue posteriormente publicada en el periódico norteamericano The New York Times, transformándose desde entonces en el rostro de los graves problemas de hambre que sacuden al continente negro.

El reportero, quien en 1994 recibió el premio Pulitzer gracias a la fotografía, había comenzado su carrera varios años antes.

Kevin Carter (CC) Wikimedia Commons
Kevin Carter (CC) Wikimedia Commons

Nacido en Johannesburgo, Sudáfrica, Carter empezó a fotografiar en 1983 lo que ocurría en las poblaciones períféricas de su ciudad natal, como Soweto, localidades que eran escenarios de violentos enfrentamientos en medio del apartheid. Tenía 23 años.

Cabe señalar que en 1976 un mandato gubernamental exigió la enseñanza tanto en afrikáans como en inglés por igual en Soweto, medida que fue cuestionada debido a que la población urbana no hablaba ese idioma. Esto generó una protesta que aunque se desarrolló de forma pacífica en un primer momento, terminó con más de 500 estudiantes muertos.

Fue así como su carrera comenzó a llevarlo por variados lugares retratando diferentes conflictos, llegando en 1993 a Sudán para realizar un reportaje sobre la hambruna registrada en el país.

En marzo de aquel año, Carter fotografió la escena que lo llevaría a la fama: un pequeño, llamado Kong Nyong, se encontraba a duras penas sobreviviendo mientras un buitre lo acechaba.

Tal como recoge el el medio digital La Voz, la toma fue capturada en uno de los puestos de alimentación dispuestos por las Naciones Unidas.

Kevin Carter
Kevin Carter

Con el objetivo de no espantar al ave, el fotoperiodista aguardó por cerca de 30 minutos hasta que el buitre estuviera lo suficientemente cerca del pequeño. Luego de realizar un par de fotografías más, el carroñero voló lejos.

Sin saberlo, el sudafricano entraría con esta imagen en la historia del reportaje gráfico​.

Tras publicada en el The New York Post, la fotografía generó rápidamente un encendido debate sobre el rol de Carter en la impactante escena. En tanto, múltiples críticas, en su mayoría negativas, cayeron sobre él.

Lo anterior, debido a que muchos reclamaron que lo que realmente debió haber hecho el fotógrafo, era dejar la cámara de lado y asistir de inmediato al menor.

De acuerdo a un artículo del periódico español El Mundo, no era mucho lo que el sudafricano hubiera podido haber hecho por ayudar al niño.

“La criatura de la foto lleva en su mano derecha una pulsera de plástico de la estación de comida de la ONU, instalada en aquel lugar. Si se observa la foto en alta resolución, puede leerse, escrito en rotulador azul, el código ‘T3′”, señaló el citado medio.

Florence Mourin fue quien coordinaba los trabajos en aquel improvisado campamento. Según narró, se usaba la letra “T” para identificar a quienes tenían malnutrición severa, y una “S”, para los que sólo necesitaban alimentación suplementaria.

“El número indica el orden de llegada al centro de alimentación”, agregó. Dicho de otro modo, el menor tenía tenía malnutrición severa y fue el tercero en llegar al centro.

Respecto a las acusaciones que cayeron sobre Carter, en el sentido de que habría dejado a la deriva al menor, fueron los propios padres del pequeño quienes lo desmintieron.

Según admitieron en una entrevista hace unos pocos años, Kong Nyong sobrevivió a la hambruna. Falleció en 2008 a causa de una fiebre.

Después de la icónica imagen, Carter siguió tomando fotografías de adultos y niños muriendo debido al hambre. Y justo cuando recibía el Pullitzer en 1994, su mejor amigo y también fotoperiodista, Ken Oosterbroek, moría tras recibir un disparo mientras trabajaba en Thokoza (Sudáfrica).

Kong Nyong, el niño de la icónica imagen
Kong Nyong, el niño de la icónica imagen

Estos hechos reflejan el sufrimiento que guardó a lo largo de toda su carrera, en la cual se vio enfrentado a los hechos más trágicos y desgarradores. Asesinatos, violencia, hambrunas y conflictos fueron parte del coctail con el que Carter debió lidiar.

Pero no sólo eso, ya que además llegó un punto en el que se vio en bancarrota, lo que ahondó más su depresión.

“De verdad que lo siento mucho. El dolor de la vida anula la alegría hasta el punto de que la alegría no existe … Estoy deprimido … sin teléfono … ni dinero”, escribió en una carta un día de julio de 1994.

“Me obsesionan los vívidos recuerdos de asesinatos y cadáveres y rabia y dolor… de niños hambrientos o heridos, de locos que provocan el caos, a menudo policías, de verdugos asesinos … Me voy para unirme a Ken con algo de suerte”, agregó, refiriéndose a su buen amigo.

El 27 de julio de aquel año, Carter se dirigió sin previo aviso a la casa de Monica, esposa de su amigo Oosterbroek, para contarle sus problemas.

Todavía recuperándose de la muerte de su marido tres meses antes, ella estaba en condiciones de ofrecerle algunos consejos. Kevin se fue a las 17:30 horas.

Luego de aquella reunión, se dirigió hasta un lugar en Parkmore en el que solía jugar cuando niño. Cuando ya eran cerca de las 21:00 horas, no aguantó más y se quitó la vida.

Con 33 años, el sudafricano Kevin Carter se convirtió en un todo un ícono del fotoperiodismo.