Daniel Ramírez (33) llegó a la Antártica por primera vez hace cuatro años. Eran los últimos días de noviembre y quedaba bastante nieve. Bajó del avión Hércules de la Fuerza Aérea de Chile y sólo vio un paisaje blanco. “Algo impactante para mí”, dice. Caminó desde el aeródromo hasta la Base Profesor Julio Escudero y quedó enterrado hasta las rodillas. Un recorrido de 15 minutos se tranformó fácilmente en uno que superó la media hora.

Es ingeniero acuicultor de la Universidad Católica de Valparaíso y su objetivo era construir un laboratorio de acuarios para mantener especies antárticas vivas y hacer estudios científicos. En esa fecha, recuerda, trabajaban a la intemperie mientras el sol era reacio a esconderse. Los días eran tan largos que sólo mirando el reloj se daban cuenta que ya era hora de descansar.

Después de cuatro años yendo y viniendo, afirma, ya está acostumbrado. Está ahora en la base junto a otras cinco personas, desde noviembre pasado. Espera retirarse en unas semanas hacia Punta Arenas, una de las ciudades chilenas que está más cerca de la Antártica.

Fue difícil al principio, reconoce. Estar lejos de la familia, del ajetreo de una ciudad y de lo fácil que resulta conseguir todo. “Era bien familiar, pero siempre está el teléfono y la tecnología. El problema es cuando te empiezas a perder los cumpleaños, la Navidad, el Año Nuevo (…) En mi caso me terminé acostumbrando, pero eso no quiere decir que la familia no te lo recrimine”, asegura.

Una vida distinta

La Base Julio Escudero fue inaugurada en 1995 y lleva el nombre del profesor que estuvo detrás de los argumentos jurídicos para reconocer el Territorio Antártico Chileno como soberano; más tarde, incluso, participó de la redacción del Tratado Antártico. En ese lugar se desarrollan importantes estudios científicos y recibe, por temporadas, especialistas de distintas áreas.

Está ubicada en la Península Fildes, en la Isla Rey Jorge y tiene una capacidad máxima de 50 investigadores. Entre ellos también estuvo el biotecnólogo de la Universidad Andrés Bello, Alejandro Font (32).

Está en Punta Arenas ahora, su ciudad natal. Varios años atrás se trasladó para poder estudiar, pero la Antártica lo llevó de vuelta a sus raíces. “Se dio la oportunidad cuando estaba terminando la carrera de venir a hacer la tesis acá y bueno, aquí estoy”, recuerda. Dejó el Continente Blanco hace unos días, luego de pasar una temporada en las heladas tierras. Fue el recambio.

Desde la capital de la región de Magallanes afirma que “si vas en octubre, noviembre, está todo cubierto de nieve”. Desde la base, además, se ven dos glaciares y la bahía. Caminando o tomando una lancha, se podría llegar fácilmente a bases coreanas, rusas, chinas y uruguayas. Ahora, no obstante, la covid-19 no permite la interacción internacional.

Daniel Ramírez y Alejandro Font | Inach

En Escudero, cuenta, el día a día es arduo. Va de las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche. “La ciencia hace que los horarios sean difusos”, dice. El descanso es en camarotes y las habitaciones, que están aclimatadas, son para dos personas, con baños compartidos.

La comida puede provenir de aviones o barcos, que llegan regularmente a la isla. Les llevan congelados y secos, aunque a veces tienen la suerte de que un transporte aéreo arribe con “frescos”, como les llaman. En la base hay un staff de cocina, que se preocupa de mantenerlos con las calorías necesarias para sus funciones y de las necesidades especiales de cada investigador. Manejan inventarios de suministros; sin ellos, todo sería un caos. Se desayuna, almuerza y cena todos los días a la misma hora.

En los tiempos libres, afirma Ramírez, hay espacio para la recreación. Por los cuidados de la crisis sanitaria se han restringido un poco, pero siempre se puede leer, ver películas y tocar música. Antes, era recurrente el trekking o salir a tomar fotografías, si las condiciones lo permitían.

Había, incluso, celebraciones por cambio de mando de encargados, que duraban generalmente un año en su cargo. La música, como es recurrente, tenía un rol fundamental. “De repente salen grupos musicales interesantes por temporada. Nos ha tocado un par de veces que grupos se van de gira por otras bases”, recuerda bromeando.

El transporte es mediante lanchas y automóvil, y la comunicación es a través de radio, aunque ahora están implementando también el WhatsApp. Suelen usar el español, aunque si se trata de contactarse con bases que no son hispanohablantes, el idioma oficial es el inglés.

La principal restricción es a su favor: el autocuidado. Las condiciones del tiempo pueden ser muy cambiantes. De un momento a otro una actividad puede ser suspendida por lluvia, viento o nieve.

Base Escudero nevada | Inach

“Espíritu Antártico”

“Estamos para la paz y la ciencia”, continúa Font. Cita el Tratado Antártico de 1959, firmado por Chile, que suspendió las disputas territoriales de la época sobre qué nación era soberana de los territorios. Chile, según el decreto 1747, se adjudica la zona comprendida por los meridianos 53° O y 90°, incluyendo “todas las tierras, islas, islotes, arrecifes glaciares, y demás, conocidos y por conocerse, y el mar territorial respectivo”, aunque el mismo territorio, o similar, es reclamado por Argentina y Reino Unido.

Font añade que es el “espíritu antártico” lo que prima en esas tierras, “más allá de la burocracia que puede entrampar algunas colaboraciones”. Curiosamente, Ramírez mencionó el mismo concepto. “Es principalmente cooperación, la capacidad de relacionarte. Es bastante interesante porque acá todos se consideran amigos y es muy difícil que alguien se lleve mal con una persona de otra base”. Como en un pueblo rural, dice.

Y es ese espíritu el que va construyendo las relaciones de amistad. Los civiles van a trabajar, pero a poca gente le gusta la soledad. “Después de tanto tiempo las relaciones pasan a amistad o a ser familia“, dice el ingeniero acuicultor. Lo mismo ocurre con las otras bases: se ayudan en caso de alguna necesidad. “Si nos falta algo, la única opción es conseguirlo con otra base porque, que nos llegue, eso sí que es complicado”, agrega.

El Tratado Antártico dispone que la zona “se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Se prohíbe, entre otras, toda medida de carácter militar, tal como el establecimiento de bases y fortificaciones militares, la realización de maniobras militares, así como los ensayos de toda clase de armas”.

Asimismo, propone a la Antártica como un lugar “de libertad de investigación científica” que deberá ser promovida en cooperación internacional.

Base Escudero nevada | Inach

Así lo han hecho estos dos expertos, incentivados por el Instituto Antártico Chileno. Cada uno desde su área.

El día de las entrevistas, como casi nunca, fue una jornada despejada en la isla. Había un viento de 30 nudos. Lo recurrente, dicen, es que sea difícil salir por la neblina, las ventiscas o la lluvia. Un aguacero de los que empapa a pesar de usar un impermeable.

Ambos ya lo saben. Con el tiempo, un cambio de viento se transformó en una señal automática de que entrará el hielo a la bahía o que comenzará una tormenta. Lo importante es, rápido, cerrar y trancar las puertas. Una brisa fría puede ser agradable, pero seguro que la de allá no.