La historia del argentino Carlos Duarte salió a la luz en septiembre de 2018, cuando se viralizó en redes una imagen de su curriculum escrito a mano, debido a que no tenía dinero para imprimir uno. Desde ese entonces, le llovieron las ofertas de trabajo.

En ese entonces fue contratado por la fábrica de vidrios Piazze de la ciudad de Córdoba, donde comenzó en la categoría más baja dentro del escalafón.

A un año de haberse conocido su historia, el diario argentino Clarín realizó una entrevista al operario, quien indicó que sigue trabajando en la misma empresa, claro que ahora está en una categoría más alta, debido a que fue ascendido.

“Avancé bastante. Aprendí un montonazo. Muchísimo. Pasé a cargar vidrios a la lavadora. Que es donde pasa el vidrio y después pegan el marco que antes salaba yo. Ya tengo Categoría 2. Arranqué como operario base, categoría 1, y ya pasé a donde estoy hoy. Es otra responsabilidad”, indicó.

Duarte sostuvo que gran parte de su buen presente laboral se debe a que está más maduro y ya no sólo piensa en el presente, sino que se atreve a planificar cosas a futuro.

“Estoy más maduro, más responsable. Antes no, para nada. Cambiaron mil cosas en mí mismo. Pienso en qué pasaría si pierdo el trabajo. Es que esto me sigue cambiando la vida. Me imagino proyectos a futuro. Quiero cumplirlos. Quiero tener un mañana”, comentó.

Si bien el propio Carlos reconoce que no es un experto en vidrios, y está en desventaja respecto a otros colegas, asume que para seguir ascendiendo en la empresa tendrá que esforzarse mucho.

“Todavía me quedan muchas cosas por aprender. No les quiero faltar el respeto a los que de verdad saben del oficio. Pero digamos que soy bueno en ponerme las pilas pensando ‘qué puedo hacer para subir a la próxima categoría’. Porque gano más plata y puedo seguir ayudando en casa”, sostuvo.

Carlos Duarte | Clarín
Carlos Duarte | Clarín

Cabe señalar que el citado medio argentino también habló con la operaria de la confitería que viralizó el curriculum de Carlos, Eugenia López, quien detalló que en un año se han acercado cientos de personas a su local a pedirle ayuda.

“Algunos vienen con la hoja hecha un bollo. Leo y veo que tienen 18 años. Los entiendo y la estiro. Otros ven que estoy atendiendo a un cliente y no les importa nada: ‘te dejo mi currículum’. Te interrumpen. Carlos vino un 21 de septiembre. El local estaba lleno. Esperó a que atendiera al último y ahí recién se acercó”, concluyó la mujer.