Dos planos distintos: incompetentes y competentes. Los primeros creen tener la razón, malinterpretan su capacidad, y se sobrevaloran; los segundos, por su parte, tienen la razón, malinterpretan la capacidad de los demás, y terminan por infravalorarse. Eso es lo que se conoce como efecto Dunning-Kruger.

El término fue acuñado por David Dunning y Justin Kruger de la Universidad de Cornell, luego de realizar una serie de experimentos donde pusieron a prueba a personas con diferentes coeficientes intelectuales. El estudio fue publicado en 1999 en la Journal of Personality and Social Psychology.

Sus conclusiones indican que “la sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de uno mismo”. En tanto, “la infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás”.

Así, por ejemplo, una persona inteligente tiende a creer que el resto es igual de hábil y que tiene una capacidad de razonamiento y conocimiento similar, por lo cual asume que se encuentra dentro del promedio, sin darse cuenta que en realidad sus habilidades son claramente superiores.

“Cuanto menos saben, creen saber más”

Las discusiones en redes sociales, más aún en tiempos de contingencia, son cada vez más comunes. El efecto, según la psicóloga clínica de la Universidad del Desarrollo Bárbara Azócar, suele tener mayor notoriedad en la internet. “Se da con mayor grado, ya que hay muchas plataformas en las que cualquier persona puede opinar sin tener un conocimiento acabado sobre cualquier temática”, explica a BioBioChile.

“Hay que poner ojo”, dice, porque “es dañino cuando una persona emite un comentario y tiene un grado de poder, porque quienes lo reciben van a percibir este comentario como una verdad absoluta”.

Según dice, “en la práctica se ve que las personas cuanto menos saben, creen saber más”. Esto, añade, porque no conocen un parámetro mayor a lo que ellos manejan y no tienen conciencia de lo poco que saben, mientras creen saberlo todo.

Pero… ¿cómo notarlo? La especialista advierte que “se ve en términos simples, cuando una persona tiende a creer que sabe más e impone ideas, porque su propia incapacidad le impide ver su propia incapacidad“. Aunque suene raro. Añade que es difícil notarlo y que el primer paso para saber si una persona está siendo afectada, es conocer sobre el efecto.

Son personas que no reconocen sus debilidades y no advierten las competencias de los otros y, por tanto, existen dificultades para entender que el conocimiento puede mejorar, que lo pueden ir construyendo. “Les cuesta decir que se equivocaron”, añade.

¿Cómo lidiar con ellos?

Azócar especificó que existen formas de lidiar (o, al menos, intentarlo) con estas personas y entregó algunos consejos:

Mantener la calma: “Uno tiende a perderla cuando sabe que alguien está equivocado, porque son personas súper rígidas en sus ideas”.

No entregarle poder para que afecte: “Que esa opinión distinta no genere un malestar a mí, como persona. Eso me pudo haber afectado, pero no hay que darle una relevancia a la que efectivamente podría tener”.

Qué tan importante es: “Es relevante preguntarse qué tan importante es el tema, si es que resulta vital que esa persona cambie de opinión, si tengo la energía para discutir y si es importante que esa persona piense distinto”.

No confrontar en el tema: “En vez de decirle ‘esto no es blanco, es negro’, podría decirle ‘has pensado que hay gente que piensa que esto es blanco, y no negro?”.

Inexpertiz: “Hay que mantener la idea de que todos somos inexpertos y que, muchas veces, estos cambios de opiniones me ayudan a seguir en constante crecimiento, ampliando la mirada respecto de las cosas. Uno se posiciona así como aprendiz de la vida”.