El estudio concluyó que el cerebro de las personas con obesidad no estaría recibiendo el mensaje de que el estómago ya está lleno, y este efecto incluso podría ser irreversible.

La obesidad sigue siendo un problema con el que muchos países batallan en la actualidad, intentando bajar los índices en las poblaciones y promoviendo buenos hábitos alimentarios, sin embargo, comer bien no es sólo decidir hacerlo, puesto que esta enfermedad crónica puede traer serios efectos en el cerebro.

Así lo detalla un nuevo estudio publicado en la revista Nature, donde se investigó un particular efecto que la obesidad estaría generando en el cerebro de los humanos.

Los científicos concluyen que los cerebros de las personas con obesidad no reaccionan con normalidad al momento de comer, lo que los motivaba a comer más cantidades o a no sentirse saciados. Además, aun cuando bajaban de peso, continuaban con este efecto.

Estos resultados podrían ayudar a explicar por qué para algunas personas con sobre peso es tan difícil mejorar su salud, su relación con la comida o adquirir buenos hábitos alimentarios, dicen los expertos.

La gente todavía piensa que la obesidad es causada por la falta de fuerza de voluntad. Pero hemos demostrado que hay una diferencia real en el cerebro“, dijo Mireille Serlie, autora del estudio y profesora de endocrinología en la Facultad de Medicina de Yale, según recoge Insider.

¿Qué le pasa al cerebro de las personas con obesidad?

En palabras simples, los expertos apuntan a que el cerebro no estaría recibiendo el mensaje de que el estómago ya está lleno.

Esto se concluyó luego de analizar las señales que el estómago envía al cerebro después de ingerir alimentos. Esta prueba se hizo en personas con obesidad que tenían un índice de masa corporal (IMC) superior a 30 y en personas más delgadas y bajo ese límite.

Pero además, los científicos alimentaron a los sujetos de estudio a través de una sonda nasogástrica (Sonda NG), es decir, un tubo por el que se suministra comida a través de la nariz.

Así, alimentaron a las personas con grasas y azúcares, evitando la influencia del sabor y el gusto para no confundir al cerebro.

En la misma línea, se centraron en una zona del cerebro a la que llaman “cuerpo estriado“, la cual relacionan con “la motivación para ir a buscar comida y comerla”, explicó Mireille Serlie.

Cabe explicar que el cuerpo envía señales al cerebro para demostrar que se han consumido las calorías suficientes y la respuesta correcta a esto es que el cerebro captas las señales y deja de estimular las áreas que generan ganas de comer.

Entonces, el estudio demostró que en las personas más delgadas el cerebro respondió adecuadamente a las señales, mientras que en las personas con obesidad el cerebro continuó “iluminando” el cuerpo estriado.

“Mostramos que las infusiones intragástricas de glucosa y lípidos inducen actividad neuronal cerebral específica de nutrientes y liberación de dopamina estriatal en participantes delgados. Por el contrario, los participantes con obesidad tienen respuestas cerebrales severamente dañadas a los nutrientes posteriores a la ingestión“, dice el paper.

El efecto podría ser irreversible

Para analizar esto a largo plazo, los científicos, posterior al análisis, pidieron a los sujetos de prueba que hicieran una dieta de 3 meses para que perdieran el 10% de su peso.

Con esto último, comprobaron que “las respuestas neuronales deterioradas no se restablecen después de la pérdida de peso inducida por la dieta“, recoge el estudio. “Nada cambió: el cerebro aún no reconocía la plenitud ni se sentía satisfecho”, agregó Serlie.

“Esto podría explicar por qué las personas pierden peso con éxito y luego recuperan todo el peso unos años más tarde; el impacto en el cerebro podría no ser tan reversible como nos gustaría“, completó la endocrinóloga.