Señor director:

La reciente irrupción del certificado laboral de Cualiffy en Chile, presentado como una herramienta para “verificar” la trayectoria de los trabajadores, nos enfrenta a un dilema ético profundo. Aunque se promociona como un aporte a la transparencia, lo cierto es que abre la puerta a una forma silenciosa y normalizada de discriminación laboral.

Este certificado recopila información sensible como licencias médicas, causas judiciales, antecedentes laborales y vínculos familiares. Aunque se dice que su uso es voluntario, sabemos que en la práctica lo que no es obligatorio puede transformarse en requisito implícito: si no lo entregas, no te consideran; si lo entregas y no encajas en el perfil “ideal”, quedas descartada.

¿Y cuál es ese perfil ideal? Uno inhumano: alguien sin enfermedades, sin hijos, sin licencias, sin historia. Una máquina. El solo hecho de que este certificado exista, ya es una amenaza. Porque no importa cómo se utilice, siempre operará en desmedro de quienes han vivido situaciones reales de cuidado, enfermedad o vulnerabilidad. No se puede normalizar que se usen datos íntimos para definir si una persona merece o no un trabajo.

El empleo debe incluir a personas reales, no a engranajes sin cuerpo ni biografía. Urge detener esta lógica antes de que se instale como norma.

Isabel Camilo Avallai
Madre y trabajadora

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