Fenómenos contingentes como la violencia e inseguridad urbana, los nomadismos de los sin techo o el comercio ambulante, son síntomas que dejan en evidencia la incapacidad de los instrumentos de planificación y los organismos de regulación del comportamiento de la ciudad, para revertir, pensar y proyectar su crecimiento y manejar su exponencial complejidad.

Señor director:

Las periferias extensas y anónimas, los largos desplazamientos, las autopistas con su estética carcelaria, la ciudad sin atributos y mal equipada, son otro tipo de síntomas -más sistémicos- de que la forma de gobernanza de las ciudades es anacrónica y no puede, si quiera, hacer frente a la permisología.

Si no es posible integrar trazados de carriles para bicicletas entre municipios, es muy poco probable la articulación e integración de organismos gubernamentales que tiene visiones sectoriales excluyentes.

Gobiernos de ciudades

Es una apuesta poco segura esperar resultados distintos con los mismos actores. Algunas veces los problemas se solucionan con un cambio de perspectiva o por elevación. Es decir, comprendiendo su naturaleza de forma integrada y compleja para ver distinto en un “salto de nivel”. Esto nos lleva a pensar, por ejemplo, en el caso español y su Ley de Calidad de la Arquitectura y su consiguiente Consejo de la Calidad de la Arquitectura.

No aspiremos a tanto, pero al menos seamos capaces de reabrir el debate sobre la necesidad de “gobiernos de ciudades” que puedan mirar integralmente su desarrollo, reunir y conciliar a los actores, vigilar, ordenar y dinamizar procesos, velar por el avance integral, ético y armónico de los tejidos urbanos, del espacio público y las infraestructuras.

Las demandas contemporáneas nos exigen más ética y creatividad, nuevas formas de actuación e innovación en las lógicas de las políticas públicas y los horizontes de la arquitectura. Por los habitantes de nuestras ciudades, no hay tiempo que perder.

Fabián Barros Di Giammarino
Profesor Titular Universidad Finis Terrae

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