Por diversas razones, las crisis climática y ecológica impactan sobre todo a las mujeres, acentuando la desigualdad de género. Informes de ONU han mostrado cómo la vida de ellas, durante fenómenos meteorológicos extremos, es más vulnerable y cómo, producto de estas catástrofes, se incrementa su carga de trabajo al asumir labores de cuidado.

También hay datos sobre cómo las migraciones climáticas provocan que los hombres dejen a sus familias en busca de trabajo, mientras ellas quedan a cargo del hogar y de las tierras, pero muchas veces sin derechos de propiedad, lo que las deja en total desprotección.

Sin embargo, cuando miramos las políticas públicas de mitigación y adaptación en diversos países, descubrimos que la mayoría de ellas fueron desarrolladas sin perspectiva de género. Esto es grave, no sólo porque niñas y mujeres, como ya anunciaba, son las más afectadas, sino, sobre todo, porque son las principales articuladoras de soluciones en los territorios, gracias a su conexión y experiencia directa en ellos.

No podemos pensar en soluciones climáticas sin incluir a las mujeres

En nuestro trabajo hemos visto que gran parte de las comunidades, movimientos y grupos ciudadanos con los que colaboramos, tiene una alta presencia y liderazgos de mujeres, lo que da cuenta del gran interés y disposición que hay en ellas para trabajar por la naturaleza.

Y hay información que valida lo anterior: ONU ha compartido que el número de proyectos de agua potable en India, por ejemplo, es un 62% más elevado en áreas que tienen consejos locales dirigidos por mujeres.

Del mismo modo, un estudio de la Universidad de Exeter, en Reino Unido, concluyó que la falta de mujeres en los consejos de administración de las empresas energéticas supone un freno “para la adopción de medidas contundentes para combatir el cambio climático”. La investigación subrayaba que “a mayor presencia de mujeres en puestos de decisión en materia energética, más respuesta a las necesidades de los ciudadanos y a la lucha contra el cambio climático”.

Es desde ahí que la Ecología Política Feminista (EPF) toma fuerza, al considerar el vínculo entre la naturaleza y las mujeres. Y, además, proponer el género como una variable relevante y crítica en el análisis del control y acceso a los recursos naturales. La EPF también identifica creencias y prácticas masculinas dominantes de conocimiento y autoridad, desafiándolas y poniendo en relieve nuevos métodos que empoderan y promueven la transformación social y ecológica de la sociedad.

La invitación de ONU este año en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer es a invertir en nosotras: un llamado a los Estados a destinar más fondos a las políticas públicas que fomenten su presencia y empoderamiento en espacios de toma de decisión. La incorporación de la perspectiva de género y la participación equitativa de mujeres, es fundamental para generar soluciones pertinentes que tengan un real y mayor impacto.,

Como sociedad, no nos podemos dar el lujo de continuar excluyendo la mirada de las mujeres en la búsqueda de soluciones, no sólo porque es injusto y se deben hacer reparaciones al respecto, sino porque es derechamente inmoral no considerar la opinión de aquellas que cada día luchan y encuentran soluciones para sobrevivir en sus respectivos territorios.

La experiencia de esas mujeres es oro puro en las estrategias para enfrentar las crisis ecológicas.

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