Con la llegada de las lluvias recordamos lo fundamental que es la gestión de riesgo de desastres al momento de gobernar. Se debe trabajar en la planificación territorial considerando estas situaciones y las características del territorio para no afectar el desarrollo económico de las familias que viven en estas comunas.

Llegó la tan anhelada lluvia a la zona central del país y seguimos sin aprender. Volvimos a ver ríos desbordados, casas inundadas, pasos bajo nivel anegados y cortes de agua potable.

Sabemos que por el cambio climático y el calentamiento global en las zonas donde llueve puede llover más o más intenso y eso es lo que ocurrió en este sistema frontal y se dará también en los próximos. Si consideramos las características de nuestro territorio marcado por la Cordillera de Los Andes, su pendiente o inclinación y nuestros ríos muy torrentosos, entre otros factores, no debería extrañarnos lo que vimos los últimos días. De hecho, todos lo valles y zonas planas donde se ubican las grandes ciudades se han formado por múltiples aluviones a lo largo de la historia.

Las escenas en San José de Maipo, los ríos Maipo, Mapocho, Teno y Tinguiririca desbordados, por mencionar algunos, son sólo expresiones de la naturaleza que nos recuerdan lo vulnerable que somos. Por eso, la gestión de riesgo de desastres debe ser algo fundamental en la gobernanza de nuestro país. La planificación territorial considerando el riesgo de desastres es vital para evitar desastres como los ya vividos. El aluvión de la quebrada de Macul en 1993 es sólo una muestra del poder de la naturaleza y el repoblamiento del lugar un reflejo de la soberbia del ser humano. Si bien se realizaron piscinas decantadoras, con precipitaciones cada vez más intensas es cuestión de tiempo para que estas colapsen.

Es momento de tomar medidas ante un fenómeno predecible. Lamentablemente, la inadecuada gestión de riesgo de desastres y la deficiente planificación territorial afecta a la población más vulnerable generando pérdidas importantes de recursos materiales e, incluso, vidas, haciendo retroceder el desarrollo económico de las comunas por ir en respuesta de los desastres que pudieron haberse previsto y gestionado de forma diferente.

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