"Portar el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) no necesariamente significa tener SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), ya que esta es la fase avanzada de la infección por VIH. Y es ahí donde nosotros luchamos para que nuestros niños no lleguen a esa etapa del SIDA, sino que su enfermedad esté controlada y se mantenga en etapa de VIH".

La noticia de que la ciudad de Calama, en la región de Antofagasta, presenta la tasa más elevada de contagio con el VIH/SIDA por transmisión vertical en embarazadas a nivel nacional, contabilizando ya a 6 mujeres embarazadas portadoras del virus, es preocupante y confirma el diagnóstico entregado por el Programa de VIH y la Unidad de Atención y Control en Salud Sexual del Hospital Carlos Cisternas de Calama (UNACESS): el factor migratorio y los hábitos sexuales de la población en Chile deben ser abordados con urgencia. No obstante, también se debe poner el foco en algo más preocupante: el futuro de los nonatos de mujeres embarazadas con el virus VIH.

Las cifras no son nada de alentadoras considerando que a nivel país, entre los meses de enero y diciembre de 2021 se detectaron 7 casos pediátricos, según cifras entregadas por el Instituto de Salud Pública (ISP), y no existe una institución estatal que se haga cargo de los niños que son contagiados con VIH.

No obstante, nosotros sí asumimos esta misión. Hace 29 años que desde la calle Nueva Rengifo, en el extremo sur de la comuna de Recoleta, al lado de La Vega Central, recibimos y ayudamos a los niños que viven con VIH, y cuyos derechos fundamentales han sido vulnerados. Niños, algunos de ellos recién nacidos, que llegan al hogar luego que sus madres le transmitieran el virus, a veces producto del parto, otras, a través de la leche materna (transmisión vertical), condenándolos a vivir con esta enfermedad crónica que a muchos de ellos los mantiene alejados de sus familias.

La probabilidad de que una madre transmita de manera vertical el VIH a su hijo puede variar considerablemente si es que la madre en cuestión sigue o no un tratamiento para el VIH, pudiendo ser esta probabilidad incluso 5 veces menor a una madre que no sigue un tratamiento adecuado.

¿Cómo llegan a nosotros? Una medida de protección emitida por el Poder Judicial, a través de los Juzgados de Familia, o una derivación de programas como el de Mejor Niñez (Ex Sename), nos faculta para recibir a nuestros niños, cuyas edades hoy van desde los 5 días de nacidos hasta los 18 años de edad, y trabajar con sus familias, buscando siempre devolver a nuestros niños su derecho de vivir con su núcleo familiar lo antes posible. Además, nos preocupamos de su tratamiento médico, alimentación, educación, terapia ocupacional, rehabilitación y contención emocional.

En estas casi tres décadas, en el hogar hemos obtenidos importantes logros como el hecho de que algunos de nuestros niños hayan sido adoptados y que ahora cuenten con una familia. Además de que asistieran a clases en los colegios para desarrollar sus habilidades y ser insertados en la sociedad.
Aún hay mucho desconocimiento en cuanto a los niños con VIH, pero falta más educación sobre la enfermedad. Por ello, uno de nuestros grandes desafíos es educar a las personas y que conozcan la diferencia entre VIH y el SIDA.

Portar el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) no necesariamente significa tener SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), ya que esta es la fase avanzada de la infección por VIH. Y es ahí donde nosotros luchamos para que nuestros niños no lleguen a esa etapa del SIDA, sino que su enfermedad esté controlada y se mantenga en etapa de VIH.

Además, gracias al programa PAF (Plan de acercamiento familiar), hemos conseguido bajar el tiempo de institucionalización de nuestros niños y niñas, y así devolverles su derecho de vivir en familia, aunque nuestra fundación continúa siendo su tutor legal. Esa condición legal nos permite acompañarlos en sus controles médicos y estar atentos a cualquier acontecimiento que ocurra dentro de la familia para evitar una nueva vulneración de sus derechos.
Sin embargo, todos estos logros que comenzaron por la obra misionera de la Madre Gregoria Ciccarelli Salone, fundadora de la Congregación Religiosa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de Jesús de Coquimbo, y que hoy funciona en Santiago, se ven amenazados, ya que cada día se necesita más apoyo para ayudar a nuestros niños y a sus familias.

¿Pero cómo ayudar a quienes no eligieron el VIH? Pueden ayudarnos inscribiéndose como voluntarios digitales en nuestra primera colecta digital del 26 de julio al 2 de agosto de este año. Reservar 5 minutos al día, para dar a conocer que existen estos niños con VIH, quienes dependen del compromiso y apoyo de todas las personas de buen corazón que quieran y puedan colaborar con nuestra institución.

No es requisito que ejerzan una determinada profesión u oficio o que provengan de una pequeña o gran ciudad, lo importante es inscribirse través del link https://colectasantaclara.donando.cl/voluntarios para que nos ayuden en esta cruzada difundiendo la colecta nacional a través de WhatsApp o redes sociales y así recaudar fondos a través de las alcancías digitales que pondremos a disposición de nuestros voluntarios.

Porque ellos no eligieron VIH, nosotros elegimos ayudarlos.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile