La reducción de la cantidad de casos activos de Covid-19 a nivel mundial ha hecho que las estrategias sanitarias cambien activamente. Así, y a pesar de que aún no es descartable del todo, se ve cada vez más lejano que a nivel nacional debamos volver a las estrategias restrictivas que nos permitieron hacer frente a tres olas con peaks de contagios diarios y que ninguna persona se quedara sin acceso a una cama crítica.

Hoy, cuando progresivamente comenzamos a enfrentar una nueva realidad post pandemia, vemos cómo los pacientes en lista de espera -en particular aquellos en vías de una resolución quirúrgica- han aumentado, superando los 315 mil casos, sin contar estos, a la fecha, con la cantidad de pabellones suficientes para satisfacer la demanda. Según información disponible actualmente sólo un poco más de un 50% de los pabellones quirúrgicos están abiertos o en pleno funcionamiento; es decir, sólo hay una fracción de la capacidad tecnológica disponible, para resolver la actividad quirúrgica electiva.

Las razones son múltiples, pero la principal, es el déficit del recurso humano, ocasionado éste, en parte, por un ausentismo descontrolado que llega incluso a los 31 días y que, en algunos casos, se ha visto exacerbado producto del uso de la licencia médica en forma abusiva. Sin ir más lejos, en algunos centros asistenciales, el único equipo presente es el médico especializado al momento de resolución quirúrgica.

De igual forma, la organización clínico-administrativa, encargada de implementar las distintas alternativas que el estatuto administrativo ofrece, hoy dificulta que los equipos puedan acceder a los diversos incentivos asociados a producción demostrable, a los días trabajados realmente en pabellón o en salas de hospitalización y a aquellos relacionados con la consolidación de metas de operaciones o de satisfacción usuaria.

La productividad hospitalaria ha caído en forma alarmante y las estrategias actuales para mejorarla no han servido, pues están desajustadas respecto de la realidad. En este contexto, las nuevas autoridades han anunciado un plan de acción que, en su fondo y forma, comenzó a implementarse ya en 2018, en periodo prepandémico, como la extensión del tiempo de funcionamiento de los pabellones, uso de ellos los fines de semana y festivos y su externalización. Sin embargo, en la práctica actual no servirá hacer más de lo mismo si no hay un cambio de visión del problema y en la solución, especialmente en la incorporación de reales incentivos a la luz de resolver las dificultades de los usuarios.

Así, entonces, el desafío estará no sólo en retomar una estrategia que se vio interrumpida producto de la pandemia o en seguir haciendo uso de la Red Integrada Pública-Privada como táctica central y nuclear, sino, además, en buscar instrumentos administrativos y reglamentarios, como también, alternativas de externalización de servicios de pabellones quirúrgicos completos. De esta forma se permitirá que los Establecimientos Autogestionados en Red (EAR) hagan uso máximo de su capacidad instalada, beneficiando así a los miles de personas que esperan por una resolución quirúrgica.

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