No cabe duda que para muchas de las personas que adhieren al movimiento anti-vacunas, los miles de páginas de información respecto a lo positivo de ellas como una de las más relevantes intervenciones de la salud pública (junto con el que la población cuente con agua potable), no siempre tienen el poder de hacer que cambien de opinión. Si el no vacunarse y el instar a que otras personas no lo hagan tuviera solo un efecto individual, la verdad es que sería una de las tantas cosas en que las consecuencias de las decisiones libres afectan sólo a quien las toma y podríamos tomar palco. Pero dado que la conducta y el discurso anti-vacunas tiene efectos nefastos para la comunidad, no debiéramos escatimar esfuerzos para combatir esa negativa a inmunizarse. ¿Cómo hacerlo y no morir (o enfermar) en el intento, sobre todo cuando estamos en una conversación persona a persona? Acá se presentan algunas ideas.

Una primera recomendación, es informarse lo suficiente sobre las vacunas. Esto no implica que para poder tratar de hacer que una persona cambie de opinión respecto del no vacunarse haya que ser experto en epidemiología o biología molecular, pero si queremos tener al menos algo de probabilidades de éxito, debemos tratar de entender previamente al menos qué es una vacuna, su mecanismo básico de acción y cómo sin ellas la población mundial se vería afectada a diario de enfermedades, muchas de ellas, mortales. Con algo de humor, le recomiendo buscar en YouTube el vídeo de Penn y Teller sobre Vacunación.

Una segunda idea, es aceptar que no todos pensamos igual y que una persona puede tener ideas anti-vacunas, pero eso es solamente un aspecto de ella. No reconocer el beneficio de las vacunas no es algo que define completamente a una persona y es muy probable que, en muchas otras áreas de su vida, acepte sin problemas la evidencia y tenga conductas de mucha preocupación por el bienestar de otros. Asumirlo así, nos pone inmediatamente en un modo en que no atacaremos a una persona anti-vacunas, sino que intentaremos discutir y dialogar para intentar que cambie de parecer en lo específico. Pensemos en cómo nos cerramos y nos ponemos en un modo poco receptivo cuando alguien parte una conversación poniéndonos etiquetas.

Y, un tercer planteamiento, es empatizar con la postura, por rara que nos parezca, de que un padre o madre que no quiere vacunar a sus hijos está igualmente pensando que eso es lo más favorable para ellos. Con toda le evidencia del mundo podemos asegurarle que está en una rotunda equivocación, pero debemos tener claro que no accede a las vacunas teniendo las mejores intenciones para su familia y que seguramente ha seleccionado información falsa y se mantiene en esa posición por sesgos.

Lo sesgos son errores que sistemáticamente podemos cometer al seleccionar o procesar la información y que siempre inducen a equivocarnos. Un ejemplo es el llamado sesgo egocéntrico, que es la tendencia a creer que somos únicos y especiales. En el caso de las personas que defienden las ideas anti-vacunas, es común que apoyen su postura señalando que leyeron cosas a las que “pocos tienen acceso” o vieron un vídeo que “las autoridades quieren esconder”, en los cuales se muestra lo peligrosas que son o cómo existe una conspiración de las farmacéuticas y la OMS. Por tanto, se sienten especiales poseedores de información no conocida y, en consecuencia, se mantienen en esa postura. Para intentar que cambien, de preferencia lleve la conversación a que le trate de explicar las inconsistencias de esas ideas, es decir, que la propia duda vaya haciendo el trabajo, algo así como “Si esto es así como tú dices, ¿cómo se explica que…?”.

Otro ejemplo es el del sesgo de auto-confirmación, que lleva a considerar como válida sólo la información que es consistente con ideas o esquemas que ya tenemos y que nos mueve a buscar formas de corroborarla, dejando de lado otra evidencia que sea contradictoria. En el caso de las personas que ya hicieron propia las ideas anti-vacunas, buscan vídeos y posteos en la web que sólo muestran lo dañino de las vacunas, aunque sean casos aislados donde alguna tuvo un efecto negativo en una persona (dato que suelen amplificar), y descartan todo el resto de las pruebas que muestran lo positivo de la inmunización colectiva. Puede ser de utilidad el partir aceptando que, como muchas otras cosas en la medicina, existen riesgos de efectos secundarios indeseados. Pero a continuación, invítele a ver los incomparables beneficios que ha tenido por décadas, el plan de vacunación vigente en Chile.

La tarea no fácil y es claro que el tema da para mucho más, pero, si cada uno de nosotros pudiera ayudar a que al menos una persona acceda a vacunarse por medio del diálogo, habrá valido el esfuerzo.

Patricio Ramírez Azócar
Doctor en Salud Mental
Docente Facultad de Psicología
Universidad del Desarrollo

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile