A un año del arribo del COVID-19 al territorio nacional, y en plena campaña “Yo me Vacuno” para conseguir la inmunización del 80% de la población nacional, seguimos enfrentando las consecuencias del virus: estragos en la salud física de los contagiados, agotamiento del personal de salud, alta ocupación de las camas críticas y deterioro de la salud mental de los chilenos.

Con una débil trazabilidad, la estrategia sanitaria actual está centrada en la restricción de las libertades individuales y medidas de confinamiento, mientras nos alarma el alto índice de positividad del virus a nivel nacional y el incremento de los decesos. En medio de este escenario, ya es posible evidenciar otras secuelas invisibilizadas que afectan en particular a personas portadores de enfermedades crónicas y a grupos etarios específicos como niños, adolescentes y adultos mayores de estratos socioeconómicos vulnerables.

Son ellos los que cuentan con menos oportunidades de acceso a la información, conectividad, digitalización, atención de salud oportuna, educación, y con menos recursos para adaptarse a la difícil situación sanitaria actual.

En el caso de las personas con patologías crónicas, tienen dificultades para acceder a controles médicos y sus exámenes no se encuentran vigentes, desconociéndose si la enfermedad se encuentra controlada, situación que aumenta la probabilidad de otras complicaciones sistémicas.

Niños y adolescentes han visto alterado su proceso de desarrollo, debido al escaso monitoreo del crecimiento que pesquisa de forma oportuna alteraciones que pueden causar complicaciones a largo plazo. En tanto, adultos mayores han visto incrementadas las enfermedades degenerativas y demencias, y visto comprometida su funcionalidad por falta de actividad física, además el escaso contacto social y familiar ha contribuido al incremento del envejecimiento patológico.

La pandemia no termina con la reducción de los contagios o inmunización de la población, es tiempo de que las autoridades desarrollen programas y políticas publicas orientadas a mejorar la seguridad social, salud y educación, que permitan mejorar la deteriorada calidad de vida de los más desposeídos.

Alejandro Lara
Académico Escuela de Enfermería Universidad de Las Américas

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile