El proceso constituyente que se abre en Chile, a un año del Estallido Social y en medio de la pandemia, nos plantea la urgente necesidad de buscar caminos para renovar nuestra convivencia social, lo que involucre requisitos, métodos y fines.

Es un requisito fundamental el avance sustantivo a mayores grados de justicia social. Las cifras de reducción de pobreza, de acceso al consumo o de leve mejora en el Índice de Gini no despejan la percepción de que los beneficios son insuficientes y la realidad de la abuso permanente y reiterado, además de la precariedad en la que vive parte importante de la ciudadanía.

Es también un requisito clave que la convención constituyente exprese una representación ciudadana sustantiva, a través de nuevos liderazgos políticos, sociales y culturales; no mediante el simple reciclaje de figuras políticas. Sin partidos no hay democracia y sin democracia -además de justicia- no hay convivencia. Los partidos a través del Congreso tienen el enorme desafío de generar una Convención Constituyente que tenga un carácter ciudadano real. La representación paritaria de mujeres está asegurada; sin embargo, aún no se define una formula para los pueblos originarios, mientras que nada se dice sobre los migrantes. Respecto de esto último, Francisco en Fratelli Tutti nos sugiere la necesidad de asegurar la praxis de plena ciudadanía a los migrantes que ya llevan un tiempo en el país.

Para asegurar la eficacia del proceso constituyente se debe cautelar la vigencia del principio mayoritario, pero también la Convención debiera asegurar como método la deliberación democrática; donde existe un espacio auténtico para el convencimiento recíproco basado en la razón pública, que permite la generación de consensos y que favorece la negociación.

En buena medida el tono y la forma de esta deliberación constituyente condicionará el desarrollo de la convivencia nacional durante los años que se vienen. La institucionalidad que la Convención finalmente adopte resulta clave. Por supuesto ningún conjunto de reglas garantizará la convivencia, si es que la virtud ciudadana no tiene un lugar preferente en el espacio público.

Sobre qué fines se relacionan con la convivencia social; indudablemente, el bien común, el que Francisco en Fratelli Tutti desglosa en metas, tales como: propender a que los derechos humanos sean efectivamente universales, respetar la dignidad de todos los seres humanos, cerrar el cisma entre individualismo y comunidad, proteger el medioambiente, eliminar la xenofobia, favorecer el desarrollo humano integral y considerar la trascendencia de la persona.

Todo proyecto de país busca generar igualdad de oportunidades, asegurar la libertad de las personas y promover el desarrollo humano. Es necesario ahora insistir en la fraternidad política; que no se agota en la asistencia social, sino que libera a las personas de toda forma de opresión y las iguala de manera efectiva en dignidad y derechos, haciéndolas partícipes y gestoras de su propio desarrollo.

Rodrigo Mardones
Instituto de Ciencia Política UC
Moderador del panel “Diálogos que generan encuentros
V Congreso Social UC

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