Recién finalizado el proceso en La Haya, conviene preguntarse qué viene ahora respecto de nuestra relación bilateral con Bolivia. Ya sabemos que repetirnos que “no tenemos problemas pendientes en la frontera norte”, como nuestra Cancillería sostenía hace pocos años, tiene más visos de comportamiento de avestruz que de realismo político internacional.

La Haya dejó un gran ganador: Chile. Y también un gran perdedor: Evo Morales. En efecto, la estrategia más probable de Evo para continuar en el poder requería de un triunfo en La Haya para galvanizar el espíritu nacional boliviano en torno a su persona. La derrota judicial, en cambio, podría poner una lápida a sus pretensiones electorales, a menos que una jugada hábil de su parte revierta rápida y radicalmente la situación. El otro gran ganador, pecuniariamente hablando, fue el equipo jurídico dirigido por Remiro Brotons, que convenció a Evo y su gobierno de la posibilidad de construir un caso basado en la realidad “expectaticia”, entelequia jurídica en la que los jueces no quisieron entrar.

Por otra parte, si bien el resultado de la Corte dificulta el logro de la pretensión altiplánica, no hay que confundirse: La Haya sólo era instrumental al objetivo nacional boliviano, era un paso hacia el pretendido “fin del enclaustramiento” y este revés, aunque importante, no cambia ni la Constitución Boliviana ni menos el anhelo nacional de dicho país.

AgenciaUno
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El general Clausewitz sostenía que la guerra, o más bien el conflicto, es una trinidad, que conjuga la razón, del gobernante; el valor, de los militares; y la pasión, de los pueblos. Con Bolivia hemos visto la refrendación del modelo clausewitziano: Evo, ha explotado la pasión de su pueblo, convenciéndolo de que el supuesto enclaustramiento a que Chile lo somete es la causa de todos sus males y que -como si lo anterior fuera poco- la única solución es una salida soberana al mar.

Poco importan las garantías que Chile ofrece a Bolivia, es la falta de soberanía todo lo que hoy importa y es Morales quien podría remediar esta situación. Luego entra la razón: La estrategia de Evo pasó por la victimización internacional (¿quién no mira con simpatía a un Presidente de izquierda vestido con ropas típicas, que lucha contra un país más poderoso?) y por ventilar su “causa” en cuanto foro internacional se pueda. Logrado lo anterior, pensó Evo, vamos a una Corte -pacto de Bogotá mediante- y como no hay nada que perder, Bolivia solo podría ganar.

Aparentemente fue la participación de la policía chilena en la caída del general Boliviano Sanabria el año 2011, la que agudizó la estrategia Boliviana: el arresto del zar antidrogas boliviano, cercano a Evo, habría motivado la ira de Morales, quien luego de desechar la agenda bilateral con el traicionero Chile, se decidió por una línea más dura. Entonces, Remiro Brotons, el abogado español que cobró una suculenta cantidad de dólares por construir la demanda, convenció al gobierno boliviano de que habían posibilidades en la Corte de La Haya y de que nada se perdía. Evo, pronto percibió la existencia de un “bonus track”: Un triunfo en La Haya potenciaría sus posibilidades de “re-re-reelección”. Todo cuadraba, menos la incómoda realidad, por supuesto.

La dura derrota de ayer dejó en mal pie la aspiración boliviana, aunque eso no les importe tanto a ellos, porque -como ya se sabe- la pasión no entiende razones. Hoy, lo más peligroso son algunos de los caminos que Evo podría tomar: ¿aceptará su derrota y se retirará tranquilamente, dejando el poder? No parece seguro, pero sería lo más sensato. ¿Alguien llenará el vacío de poder en Bolivia o entraremos nuevamente en uno de esos períodos de inestabilidad que fueron endémicos en ese país durante el Siglo XX? Esto no le conviene a nadie y menos a Chile, porque en esos escenarios es cuando más florece la corrupción, el contrabando y el narcotráfico. Hay que prestar atención.

Finalmente, el peor escenario posible es que Evo apele a la pasión boliviana in extremis e, imitando la “marcha verde” de Hasan II de Marruecos, organice una “marcha al mar”. Afortunadamente la geografía dificulta extremadamente este escenario delirante, pero no debe descartarse que ocurran eventos de esa naturaleza en puertos chilenos, protagonizados por autoridades y ciudadanos bolivianos. Un eventual mal manejo político o policial chileno de una situación de esa índole podría beneficiar a Evo y erguirlo nuevamente como un líder electoralmente viable en Bolivia.

Las opciones de Evo se agotan y el tiempo juega en su contra. Hoy, una actitud sensata y dialogante del gobierno chileno podría incluso cerrarle posibilidades, para lo que de poco ayudan declaraciones chilenas altisonantes y menos si se refieren directamente a su persona. Adoptar la iniciativa diplomática, ofrecer conversaciones bilaterales y mejorar ciertos aspectos del acceso boliviano al mar, más que una cesión, constituyen hoy las mejores opciones respecto de nuestro vecino.

Esperemos a que cuando Chile se reponga de la resaca del triunfo, se reinicien los pasos para reconstruir la realidad geopolítica de nuestra frontera trinacional norte, antes de que nos quiten la iniciativa, por cierto.

Óscar Aranda Mora
Almirante (R)
Exdirector de Inteligencia de la Armada

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