Katrina está feliz. El día amaneció soleado, se siente saludable y hoy tomó desayuno. Su radiante sonrisa exterioriza la positiva energía que proviene de su interior iluminando todo y a todos.

Arriba de la micro hay un asiento desocupado para ella, se sienta y aprovecha de contemplar la ciudad mientras viaja, mientras piensa en su futuro y mientras sueña despierta.

Ve los árboles, las plazas, los automóviles casi nuevos pasar, los transeúntes cruzando las calles, muchas banderas chilenas flameando y los perros callejeros tomando el sol. Observa un puente largo sobre un inmenso río. Sigue pensando, sigue soñando.

Disfruta el viaje, el asiento es cómodo, le gusta lo que sus ojos ven y percibe un afecto creciente por este país que la ha recibido a ella, a sus hijos y a sus hermanos.

El autobús llega a su destino, Katrina se baja y se abre paso entre las miradas de la gente. Sabe que su color de piel, su cuerpo y principalmente su sonrisa llaman la atención. Llega a su esquina favorita, Barros Arana con Colo Colo y da inicio a su jornada laboral.

Hoy trajo más unidades de Súper 8, porque intuye que será un gran día. El paseo peatonal está repleto y si todo resulta bien podrá hacer realidad uno de sus primeros sueños desde que llegó a Chile proveniente de Haití, hace exactamente un año. Regalarle la camiseta de Alexis a su hijo Phillippe y vestir de huasita a Josephine, su bebé.

Son las seis de la tarde y a Katrina le quedan sólo 5 barras en la caja. Ha sido uno de los mejores días de su vida. Vendió casi todo y las ganancias le alcanzarán para probar las empanadas e incluso el terremoto por primera vez. Sus sueños comienzan a hacerse realidad.

Viva Chile.

Cristián Acosta Zúñiga

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