En medio de una crisis de seguridad sin precedentes, con listas de espera que superan los dos millones de personas y una economía estancada que afecta directamente el bolsillo de los chilenos, el Gobierno ha decidido volver a poner en la mesa un proyecto de aborto libre. No es una casualidad. Tampoco es un gesto de convicción. Es, simplemente, una estrategia política desesperada.

Un Gobierno que va de salida, con una aprobación que apenas roza el 30% y que no ha logrado cumplir con sus grandes promesas en salud, educación ni seguridad, intenta ahora darle un gusto a su sector más radical.

Una señal ideológica antes de dejar el poder. Un mensaje para su electorado más duro, ese que presiona desde redes sociales y desde las cúpulas activistas.

El problema es que lo hace jugando con las necesidades reales de millones de personas. Porque mientras los hospitales colapsan, los colegios siguen esperando mejoras estructurales y las familias sienten miedo de salir a la calle, el Ejecutivo prefiere gastar capital político en una agenda que no resuelve ninguno de los dramas que angustian a la ciudadanía.

¿Quién gana con esto?

Desde luego, no las mujeres vulnerables que siguen pariendo en salas sin equipamientos adecuados o enfrentando graves situaciones de salud física y mental sin ningún tipo de apoyo emocional.

Este proyecto no es un avance social. Es una cortina de humo. Es una pieza de marketing ideológico para intentar polarizar el país justo antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias. El gobierno sabe perfectamente que no tiene los votos para aprobarlo. Pero no le importa.

Porque no busca una política pública efectiva, busca un símbolo. Un nuevo “nosotros contra ellos”, que distraiga la atención de su fracaso en los temas que verdaderamente importan.

Y eso es lo más preocupante. No el debate en sí, sino el uso instrumental de un tema tan delicado como la vida y la muerte.

Porque mientras que en Chile existen problemas mucho más significativos que atender y que hoy están abandonados por el gobierno, me toca escuchar en las calles de mi región todas las semanas nuevos requerimientos de situaciones que reflejan el desdén con que se están atendiendo las urgencias sociales de la ciudadanía.

Y mientras esto ocurre la izquierda gobernante promueve iniciativas que atentan contra la vida con ligereza, solo para alegrar a la galería vociferante con un desdén hacia los valores y derechos más esenciales de la existencia humana ¿Dónde queda el deber del Estado de proteger al más vulnerable en toda su plenitud?

Resentimiento ideológico

Promover el aborto libre como si fuera una conquista civilizatoria es también una señal de desprecio por la maternidad, y una ofensa a las verdaderas necesidades de las mujeres ¿Por qué no mejor fortalecer la red de apoyo oncológico, la educación sexual, la salud reproductiva, la adopción y tantas otras necesidades que existen para las mujeres hoy en Chile?

Este proyecto no nace del amor por las mujeres. Nace del resentimiento ideológico de una izquierda que quiere dejar su marca antes de irse. Y que, en su afán de imponerse, no duda en dividir al país, crispar el debate y poner en riesgo el mínimo sentido común.

Chile necesita políticas públicas que traigan soluciones a los problemas, no que sigan generando brechas y profundizando los problemas que ya existen. Necesita soluciones reales, no símbolos vacíos. Y necesita gobernantes que, en lugar de dejar un legado ideológico, se atrevan a dejar un país mejor.