El Salvador ha sido noticia mundial. Esta vez con más opiniones favorables que el año anterior; cuando las campañas orquestadas por los nostálgicos del antiguo régimen, cargaban sus baterías a través de medios informativos, periodistas, agencias de prensa y ONG, que hacían el papel de críticos que los políticos del FMLN y ARENA, marginados, ignorados y derrotados en nuestro país, no se atrevían hacer.

La evolución en la narrativa sobre el fenómeno Bukele, es ahora más seria y con honestos deseos de comprender este fenómeno político.

Y no podía ser de otra manera, pues los inobjetables logros del gobierno en educación, salud, desarrollo de infraestructura, energías renovables, el crecimiento exponencial en la industria del turismo, con eventos de nivel regional e internacional, son el indudable resultado del exitoso Plan Control Territorial y del Régimen de Excepción, implementado en el marco de la Guerra contra las Pandillas.

El modelo Bukele

Sin duda, el haber devuelto la libertad, la paz, la armonía y la tranquilidad a las comunidades a nivel nacional, y haber capturado más de 75 mil miembros y colaboradores de las estructuras criminales, ha sido la condición sine qua non, para el renacer de El Salvador y la inspiración para muchos pueblos de nuestro continente, que reclaman a sus gobernantes resultados similares.

NAYIB BUKELE
Pandilleros son trasladados al Centro de Confinamiento del
Terrorrismo | Cedida, Vicepresidencia El Salvador

De ahí que “el modelo Bukele” sea una demanda que crece por doquier, y aunque lo hemos dicho con claridad, El Salvador está construyendo su propio camino, bajo condiciones diferentes a otros países hermanos, en el imaginario colectivo de esas naciones, esta experiencia exitosa podría y debería repetirse.

Nuestras políticas públicas, las ideas fuerza, las grandes decisiones que orientan el quehacer gubernamental no son producto de recomendaciones, estudios, asesorías u otro tipo de asistencia de ningún país u organismo internacional, son elaboración del talento nacional y del talante de estadista de nuestro presidente Nayib Bukele.

Sin embargo, siempre agradecemos la desinteresada e incondicional ayuda que recibimos de países amigos y organismos aliados, toda vez que se nos brinde –sin imposiciones- dentro del respeto a nuestra soberanía y autodeterminación.

Un momento único

Si algo me deja claro el momento histórico actual y vuelve único este proceso es lo siguiente:

1. Los que hicieron la guerra y negociaron su fin sin vencedores ni vencidos no leyeron a Norberto Bobbio que en su ensayo “Izquierda y Derecha” afirma que la guerra que termina sin vencidos ni vencedores, es una guerra que no cumplió su cometido. Ergo, la guerra que dejaron inconclusa se desarrolló de otra forma.

Se gestó, creció y fue mutando de manera silenciosa, cruel y sanguinaria, sin anunciar propósitos políticos ni fines ideológicos, sin manifiestos a la nación como lo hicimos en los años 70s, condicionados sin ninguna duda por los límites y alcances de la Guerra Fría. Recordamos aquel comunicado del recién fundado ERP en 1972, cuando se recuperaron los fusiles de los agentes en el antiguo hospital Bloom: La paz de los ricos ha terminado, la guerra de los pobres ha comenzado.

Esta nueva guerra fue una ofensiva silenciosa, sistemática y brutal en contra de la población honrada y trabajadora, que no afectaba a las élites políticas ni económicas, que golpeaba principalmente al pueblo humilde.

Las victimas vivían inicialmente en los barrios de bajos ingresos, luego en empobrecidas zonas rurales, por lo tanto las élites intelectuales tampoco se preocuparon en caracterizarla, ni alzar sus voces cuando se extorsionaba, se secuestraba, se violaba y se asesinaba a miles y miles de humildes salvadoreños; junto al silencio cómplice de los organismos de Derechos Humanos nacionales y extranjeros.

¿Dónde estaban CRISTOSAL, Amnesty International o Human Rights Watch en esos terribles días?

Esa agresión en contra del pueblo se gestó durante los gobiernos de los dos bandos que se enfrentaron en la guerra civil; y que le pusieron fin, negociando términos y condiciones que sólo favorecía a sus respectivos bandos.

Al pueblo se le dio la espalda durante la post guerra, mientras se repartían el botín del estado, se concentraba más y más la riqueza mediante la privatización de las rentables empresas públicas, y se le dejó a merced de “las maras” (pandillas), con saldos de víctimas que superaron las de la guerra civil.

Hasta que este gobierno, un 28 de marzo de 2022, les declaró abierta y públicamente la guerra, en base al jus ad bellum o el derecho (y la obligación) que tienen los estados de salir en defensa de su población cuando es atacada; tal como sucedía durante décadas con las acciones criminales de las pandillas.

2. Era imperativo que quienes habían dirigido la guerra, una vez firmada la paz, se retiraran del escenario político y permitieran a otros sectores no contaminados con ese pasado cargado de odios y violencia, administrar la post guerra y reconstruir el país.

Pero no sucedió así, durante esas 3 décadas que ambos grupos gobernaron, identificados por sus franquicias políticas ARENA (20 años) y FMLN (10 años), además de perdonarse sus delitos contra la población civil, mediante acuerdos entre sus cúpulas, amnistías y jugosas indemnizaciones para su jefes, se coludieron para saquear el gobierno y permitieron el fortalecimiento de las estructuras criminales (maras) con las que luego compartieron territorios, cediéndoles soberanía y brindándoles cobijo desde el propio Estado.

Abundan las pruebas periodísticas y en procesos judiciales, que muestran a altos funcionarios y dirigentes de ARENA y el FMLN, negociando con las pandillas favores electorales a cambio de jugosas sumas de dinero y promesas de permisivas políticas de tolerancia en su actuar, y condiciones de confort en los centros penales desde donde operaban algunos de sus cabecillas.

3. Dentro de ese decurso histórico surge el fenómeno Bukele; no por generación espontánea, ni como un rayo que cae de un cielo sereno. Es el resultado del cansancio del pueblo ante ese sistema corrupto y criminal construido por el pacto ARENA/FMLN e implementado desde la firma de los acuerdos de paz de 1992.

Fue en efecto, una acumulación del descontento popular que perdió toda esperanza de cambio cuando gobernó el FMLN. Y para ser justo con los miles de compañeros que lucharon bajo esa bandera, que murieron creyendo que ofrendaban su vida por una sociedad más justa democrática y solidaria, hay que recordar, que no fueron las 5 organizaciones que lucharon bajo esas 4 letras las que estuvieron en esos dos gobiernos plagadas de corrupción, mediocridad y complicidad con las maras.

Con honrosas excepciones, fueron dirigentes del Partido Comunista y de las FPL, asociados con algunos líderes socialcristianos, los que junto a Mauricio Funes y Salvador Sánchez Ceren, cargan esa responsabilidad histórica.

Por otro lado, quienes alzamos las banderas de la socialdemocracia junto a la Resistencia Nacional RN y al Ejército Revolucionario del Pueblo ERP, no tuvimos nada que ver con esos dos gobiernos del FMLN, salvo también algunas deshonrosas excepciones.

4. Esa frustración popular coincide con el agotamiento del bipartidismo. Un perverso modelo de suma cero, con el que jugaban ambos partidos y que el pueblo se encargó de resolver como se resuelven las grandes tareas de la democracia, mediante las elecciones y la expresión del soberano con sus votos.

Así el 3 de febrero de 2019 se puso fin a tres décadas de bipartidismo y el triunfo de Nayib Bukele le dio rostro a una nueva etapa histórica.

Asume Nayib Bukele
Nayib Bukele recibe la credencial de presidente electo de El Salvador | EFE

Pero como dice Gramsci, en momentos claroscuros de la historia, cuando lo viejo se niega a morir y lo nuevo no termina de nacer, es cuando aparecen los monstruos. Nuestros monstruos eran las viejas instituciones del estatus quo.

Una Asamblea Legislativa, dominada por el agónico bipartidismo y que en sus estertores finales golpeaba, bloqueaba, atacaba todas las iniciativas del Ejecutivo y una Sala de lo Constitucional que nombrada por esa Asamblea Legislativa, declaraba inconstitucional las medidas del Gobierno en los peores momentos del COVID 19, sin importar que éstas fuera con el fin de salvar las vidas de la población.

Por eso, el pueblo soberano, de nuevo en ejercicio de su soberanía y usando los mecanismos de la democracia, en elecciones libres y justas, el 28 de febrero de 2021 otorgó al presidente Bukele una super mayoría legislativa, suficiente para tomar decisiones sin tener que negociar con ninguna fuerza política.

Es decir, le dio el mandato y el poder institucional necesario, para que llevara a cabo las grandes transformaciones que hoy estamos viviendo. Y que el pueblo sigue validando con su permanente y constante nivel de aprobación arriba del 90 %.

5. Finalmente hay que subrayar que todo lo antes expuesto se resume en una sabia y democrática decisión del pueblo salvadoreño, quien comprendió que esta vez la solución no sería más de lo mismo, como se le había engañado en los últimos 6 gobiernos de la post guerra. Y que, quienes usufructuaban el estatus quo no harían uso del acostumbrado gatopardismo, con cambios para no cambiar.

En esta ocasión se trataba de un liderazgo nuevo, encabezado por un líder y una generación sin ataduras, sin deudas, ni compromisos con el ancien regimen.

Ese líder se llama Nayib Bukele un millenial a quien Roy Campos llamó el primer presidente nativo digital, un hombre de ideas y no de ideologías. Al que acompañamos otros provenientes de anteriores generaciones (baby boomers), con el denominador común que aunque fuimos parte de la guerra civil.

Nos educamos , convivimos y mantenemos ideologías, algunas que muy temprano Francis Fukuyama las declaró fenecidas en su libro “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, y que no hemos tenido nada que ver con el saqueo del Estado, ni con políticas fracasada en el combate a las maras, ni con cualquier otra responsabilidad de esa izquierda que decepcionó a nuestro pueblo.