La ideología asesina y antisemita de Hamás está consagrada en su propia carta fundacional: “El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes no luchen contra los judíos y les den muerte. Entonces, los judíos se esconderán detrás de las rocas y los árboles, y éstos últimos gritarán: '¡Oh musulmán!, un judío se esconde detrás de mí, ven a matarlo”.

El sábado pasado, Hamás se lanzó salvajemente a concretar este objetivo. En el reciente ataque del 7-O, Hamás logró asesinar más de 1.200 israelíes, en su gran mayoría civiles. Y si hubiesen tenido la capacidad, hubieran matado a todos los judíos de Israel, porque voluntad para eso no les falta.

Los terroristas desalmados entraron a Israel sin provocación alguna, para matar israelíes, para matar judíos. Y lo hicieron en forma salvaje, decapitando, incinerando, ajusticiando, a familias completas, ancianos, niños, en el peor pogrom de la historia judía después del Holocausto.

La agresión perpetrada por Hamas fue articulada y respaldada por el fundamentalismo islámico de los ayatolas de Irán, un régimen que ha declarado públicamente su intención de borrar a Israel del mapa y que, en paralelo a sus brazos armados Hamás y Hezbolá, está tratando de desarrollar capacidades atómicas.

Por eso, la opinión mayoritaria en el mundo es de solidaridad hacia Israel. No por nada, Israel ha recibido el apoyo de una coalición de más de 70 países, encabezada por EEUU, e integrada por Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y los países más destacados del mundo libre.

Y la mayoría en Chile también está con Israel. Un reciente estudio de la consultora Black & White reveló que el 94% de la ciudadanía considera que el ataque de Hamás debiera ser condenado y el 77% estima que Israel tiene derecho al uso de la fuerza para defenderse.

Estas cifras revelan que la mayoría de la población intuye lo que hay detrás de Hamás. Porque lo cierto es que este grupo yihadista no es un defensor de la causa palestina, sino una nueva versión de Al Qaida o Estado Islámico, que se ha enquistado en la Franja de Gaza, con la finalidad de avanzar en la agenda islamista de erradicar a los infieles del mundo, partiendo por Israel, por los judíos, para seguir luego con los cristianos.

La figura de Hamás en Gaza es igual a la Hezbolá en El Líbano. Los miembros de esa milicia terrorista no sirven los intereses libaneses, sino las instrucciones de Irán para implantar la shaharia, la ley islámica, en todo el mundo.

La gravedad de los hechos ha sido comprendida incluso por numerosos defensores de la causa palestina, que no han dudado en condenar el accionar de Hamás, porque entienden que el yihadismo no es el camino para llegar a una solución pacífica entre ambos pueblos.

En este escenario, las máximas autoridades de Israel han sido muy claras. Lo que viene ahora es una operación para desmantelar las capacidades militares de Hamás y evitar que una masacre como la del 7-O vuelva a ocurrir.

La estrategia de Hamás es operar escondidos en medio de la población civil en la Franja de Gaza, en escuelas y hospitales, lo que constituye un doble crimen de guerra, ya que por un lado atacan deliberadamente a la población civil israelí y por otro lado ponen en riesgo deliberadamente a la población civil palestina.

Son momentos complejos, pero el derecho a defender la vida propia es tal vez el más importante de los derechos humanos, y al Estado Judío también le corresponde hacer uso de ese derecho, para extirpar el quiste maligno del fundamentalismo islámico que tanto daño hace hoy a judíos y palestinos.