Un hombre de 42 años que ha vivido toda su vida en California, Estados Unidos, y que fue adoptado de manera ilegal durante la dictadura cívico-militar, pudo reencontrarse con su familia biológica que tiene domicilio en Cañete, región del Bío Bío.

Un apretado y emotivo abrazo. Eso resume el primer encuentro de Scott Lieberman, hombre de 42 años adoptado por una pareja estadounidense de manera ilegal, y su hermana mayor identificada como Jenny Escalona Mardones, quien vive en la comuna de Cañete, región del Bío Bío.

La “travesía” de Scott -quien ha vivido en California toda su vida- partió hace muchos años, precisando que ya había estado en el país en 2007 buscando a su familia biológica.

En aquello ocasión, habló con una mujer llamada Renee Colgan, la que -indicó- “ayudó a mis padres a organizar la adopción y le pregunté si había algunos documentos o cualquier cosa que me pudiera guiar a mi familia, a mis padres biológicos y ella me mintió y me dijo ‘no, no hay’, porque Pinochet gobernaba y no habían registros”.

Continuando con su relato, entregado a la fundación Nos Buscamos, Lieberman explicó que “yo fui encontrado por un registro, entonces sabemos que eso es mentira”.

Ante ello, una voluntaria de la fundación en cuestión hizo el trabajo de investigación respectivo, encontrando sus certificados de nacimiento.

Luego de efectuar un vuelo desde Santiago a Concepción, el hombre pudo finalmente abrazarse con su hermana biológica en el Aeropuerto Carriel Sur, momento en que las lágrimas de emoción no faltaron.

Acto seguido, de acuerdo a lo informado por el medio USA Today, el hombre su pudo reunir con casi dos docenas de familiares que lo estaban esperando, para luego emprender camino hacia Cañete.

“Todavía estoy procesando todo, y probablemente así será durante un tiempo, meses o incluso años”, afirmó.

A ello, sumó que “aquí es donde se suponía que yo debía vivir”, apuntando además que fue la propia fundación Nos Juntamos la que le confirmó su calidad de víctima de un traficante de menores que se hizo pasar por un asistente social y que -probablemente- su madre biológica fue engañada para entregarlo.

“(Quería) hablar con ella, estar con ella”, explicó respecto a la imposibilidad de conocer a su madre biológica, Rosa Mardones Peña, quien falleció en 2015 debido a un cáncer de huesos.

Eso sí, su hermana le entregó como regalo un perfume que utilizaba su madre, así como una caja de mandalas que ella misma confeccionó antes de morir. “Me volví loco. Esta es la conexión más física que puedo tener con ella, el mero hecho de tener este perfume y saber cómo olía”, reflexionó.

En lo referido al encuentro con su padre biológico, sostuvo que “nunca había conocido a nadie que se pareciera a mí. Tengo 42 años y aquí estoy, mirando a mi padre. Estamos exactamente a la misma altura, tenemos las mismas orejas y la misma nariz. Lo miro a los ojos y me veo allí. Lloré mucho”.