"... Frente a la plaza, sorpresivamente la carroza se detuvo. El conductor asustado expresa que se sienten ruidos en el ataúd. El público curioso en incremento se acercó a la carroza. Lentamente, el ataúd se abre, mientras asoma con calma el "difunto" con su rostro de un verde tétrico".

Son los años ’60 en Concepción y el punto de encuentro es la Plaza de la Independencia. Los domingos los penquistas visten sus mejores trajes y acuden al centro de la ciudad a escuchar la banda que tocará en el odeón. Es una actividad normal, por lo que no extraña ver una gran cantidad de personas disfrutando el clima cuando las lluvias de invierno cesaron.

Es octubre, un día normal y familiar. Sin embargo, por O’Higgins avanza un cortejo fúnebre. El carro con caballos hace que el tránsito se detenga para dejar que la procesión avance hasta el Cementerio General, pero este se detiene y la conmoción inicia.

El chofer se baja, dice que escuchó ruidos desde el féretro y asustado mueve el cajón. La tapa se abre y el “muerto” con su rostro verde mira a los presentes.

Las risas y la música cambian por el llanto y los gritos. Gente se desmaya y corre asustada. Periodistas llegan con sus cámaras y micrófonos a preguntar lo que sucedió.

Porque… ¿Cómo algo así podría suceder?

Fácil, son los años ’60 y es octubre, el mes que se celebran los carnavales de la Universidad de Concepción.

Y detrás de este caos está la mente y trabajo de los estudiantes de Química y Farmacia.

Según comentó Raúl Zemelmann, ex docente de la casa de estudios y uno de los “periodistas” presentes en el lugar, todo fue idea de su amigo Eduardo Furet y el “difunto” era su primo, Álvaro Zemelmann, conocido como “Morfeo”.

“Eduardo era muy ingenioso, hacía humor con literatura, con ingenio (…) le ponía letras a las canciones famosas, y se refería a problema cómicos universitarios. Hasta los profesores las cantaban”, señaló en conversación con BioBioChile.

Por supuesto, él fue la mente maestra tras este hecho, que en palabras de Zemelmann, causó incluso impacto internacional. “Salió en el noticiero, también en el extranjero. No había cómo pararlo”, indicó.

Su primo, Álvaro, “debe haber estado unos 10 minutos, 15 minutos dentro”, desde el Barrio Universitario hasta el frontis del actual Teatro Universidad de Concepción. Un profesor fue el que lo maquilló para darle el tétrico aspecto de un muerto.

Sobre “Morfeo”, su hija, Valentina Zemelmann, señaló que “su fascinación era el teatro” y por eso participaba en el grupo de la universidad.

“Era muy cómico, siempre nos hacía bromas”, manifestó la mujer que actualmente reside en Angola, África. Respecto al apodo, Valentina indicó que se lo ganó por sus ojos “eran muy chicos y parecía que estaba durmiendo”.

En cuanto a la “broma”, la mujer aseguró que su padre le contó que “la gente de verdad se creyó que era un funeral“. “Tenía un grupo de amigos, eran muy unidos. Conversaba con artistas, me contaba que tuvo una linda época en la universidad, le marcó mucho. Nos mostraba lo que recorría cuando estaba ahí, el departamento de Farmacia, la morgue”.

Si bien, en el año 1988 Álvaro Zemelmann dejó Concepción para marcharse a Israel y posteriormente volver a Chile para radicarse en Santiago, Valentina indicó que siempre recordó su tiempo en la ciudad penquista como sus mejores años.

Álvaro Zemelmann

Una fiesta universitaria

“Todos los años, tipo octubre, había un carnaval”, cuenta Raúl Zemelmann, así que luego que a Eduardo Furet le naciera la ingeniosa idea, hablaron con la Federación de Estudiantes y comenzaron a coordinar todo.

Por esos años “los funerales eran con un coche tirado por dos caballos negros que manejaban un señor vestido de negro, con un sombrero bien clásico”, así que se consiguieron un cochero y le informaron del plan.

“Hizo que estaba asustado, que no podía seguir. La gente empezó a parar y a preguntar ¿Qué pasa? Los autos pararon atrás… habíamos arrendado un auto muy antiguo y estábamos grabando todo eso“, incluso el momento en que el muerto pide que lo entierren la otra semana “es que me dijeron que venía la semana del carnaval universitario”.

Lamentablemente, dijo Zemelmann, las fotografías y grabaciones de aquel día se perdieron con el tiempo y no cuentan con el registro de lo sucedido aquel domingo.

Respecto a los desmayos, Raúl asegura que fueron reales. “La gente no esperaba que algo así pasara”.

Lo curioso, mencionó el hombre, es que eventos así sucedían todos los años en Concepción para la época de los carnavales de la UdeC.

“Los juegos universitarios de esa época se hacían todo los años y los estudiantes trataban de hacer algo ingenioso. Una cosa fantástica”, declaró el ex docente.

De acuerdo a su relato, un año se fingió un asalto frente a la plaza, en lo que fue el Banco Concepción, en otro, un hombre fingió que se suicidaría y luego lanzó un muñeco que habían preparado con las mismas ropas que él tenía.

“Y todo eran escuelas de farmacias. La fiesta que no se trataba de borracheras, nada de eso. Era ingenio puro”, recordó.

Así, contó que el hecho quedó en la historia como “el muertito” que revivió, por lo que para el centenario de la Universidad de Concepción escribió un relato de este hecho, junto a otros que no fueron publicados. “Yo disfruté los cinco años que estuve. Participé pintando letreros, con dibujos. Era otra época“, finalizó Zemelmann.