Tras el reportaje de Radio Bío Bío que dio cuenta de una denuncia de abuso sexual en contra del sacerdote Gerardo Joannon, la congregación de los Sagrados Corazones (SSCC) de Providencia emitió una declaración, pero aseguraron que el caso no era de su conocimiento; y al mismo tiempo, denunciantes y laicos piden que el sacerdote sea expulsado de la orden.

Aparte de las adopciones irregulares, el religioso fue denunciado por abuso en contra de una menor cuando apenas tenía ocho años.

Según el relato, los abusos se extendieron durante al menos cuatro años en dependencias de un colegio en Providencia. La denunciante hará en los próximos días acciones ante la justicia.

Carolina Marín M. tiene 46 años. A los ocho comenzó a vivir un infierno que se extendería al menos hasta sus 20.

Tres sacerdotes abusaron sexualmente de ella y uno era el conocido cura Joannon, quien hace un par de años enfrentó a la justicia por ser el cabecilla de procesos de adopción ilegales donde daba por muertos a niños.

Para Helmut Kramer, vocero de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, estos casos hacen urgente abrir la comisión de verdad y justicia que solicitaron al Gobierno el año pasado.

“Frente a esta suma de hechos no queda nada más que pedir la inmediata intervención del Estado chileno a través de la Cámara de Diputados y Diputadas, que logren conformar una comisión que investigue a fondo estos casos”, argumentó.

Por su parte, el experto en la historia de la Iglesia, Marcial Sánchez, este caso hace necesario que Joannon sea expulsado de la congregación.

“Es un personaje que tú no le puedes llamar sacerdote, es un personaje que ha buscando siempre (…) poder para poder utilizarlo para su ilícito”, explicó.

Todo comenzó en el colegio de los Sagrados Corazones de las Monjas Francesas, en la comuna de Providencia, cuando Carolina cursaba tercero básico y debía comenzar a prepararse para la primera comunión que haría dos años después.

Ahí, Joannon la preparó junto a las niñas que estaban en el mismo proceso, quienes realizaban actividades en grupo y al menos una vez a la semana tenían un encuentro personal, para lo que las llevaba a una sala angosta al lado de la capilla.

“Al principio era muy afectuoso conmigo, era dulce con sus palabras, me tomaba de la mano (gigante para mí) y me llevaba a una salita que estaba al lado de la capilla (…). Cuando estábamos en la salita siempre estábamos cara a cara y él se inclinaba hacia mí y me acariciaba las piernas”, relató Carolina.

Un día le dijo que le molestaba que usara panties, porque Dios los hacía valientes para soportar el frío. Desde ahí, cada vez que se juntó con Joannon lo hizo con calcetas.

“De las caricias a mis piernas pasó a la entrepierna, paralelamente a susurrarme al oído que era nuestro secreto y que mi silencio era muestra de mi gran amor para con Dios, que me iba a recibir con mayor felicidad cuando comulgara con él (…). Un día su mano subió a mi vagina”, dijo Carolina, a quien Joannon incluso intentó violar.

Por esos días, Joannon bordeaba los 44 años y era un cura muy popular y carismático.

Para varios que lo conocieron era considerado como uno de los “curas choros”, como se acostumbraba a calificar a sacerdotes que eran más cercanos, más jóvenes.

Peretiatkowics

Más tarde, en segundo medio, Carolina ingresó al Centro Pastoral Juvenil de la Anunciación donde conoció a Juan Andrés Peretiatkowics, sacerdote que en esa época estaba a cargo de esa institución.

El hombre tenía el hábito de saludar a todos con un topón en la boca, lo que era visto como algo “normal”.

Carolina le contó sobre los abusos de Joannon, a lo que él le respondió: “no inventes huevadas, él es un santo”.

Días después, ambos sacerdotes oficiaron una misa, momento en que Carolina dijo haber entendido que existía una especie de mafia, que se cuidaban las espaldas.

Justo después de su confesión y de la misa, Peretiatkowics se volvió más “confianzudo” y pasó de los topones a masajearle la entrepierna, mientras se masturbaba.

Todo esto en el sillón de su oficina, en el segundo piso de la parroquia. Pese a que no hubo penetración sexual, sí ocurrió con sus dedos. Los abusos de este último duraron hasta sus 20 años.

La de Carolina no es la primera denuncia contra Peretiatkowics, apodado “el chico”.

Este sacerdote fue objeto de una investigación canónica previa, que fue informada en mayo de este año, tras denuncias recibidas en entre abril y agosto del 2018, que fueron considerados verosímiles.

En ese entonces, el párroco era el fallecido sacerdote Jorge Prieto, quien comenzó a manosearle los senos recurrentemente.

“Una vez me encerró en la Sacristía, me empujó contra la pared y comenzó a manosearme. Primero en mis muslos luego trató de bajarme los calzones. Por suerte entró Alex Vigueras, quien era seminarista de los SSCC y se percató de todo”, relató.

Más adelante conversó el tema con Vigueras, pero según ella “se hizo el loco” y nunca hizo ni dijo nada.

Vigueras, años después, fue provincial superior de los SSCC y hoy se desempeña como párroco en la iglesia Espíritu Santo de Diego de Almagro.

Han pasado 38 años desde que comenzó a sufrir abusos y cerca de 26 desde que terminaron, pero las secuelas han convivido con ella hasta hoy: ha experimentado consecuencias en sus relaciones de pareja, como también en su vida en general.

Ahora prepara acciones legales, asesorada por abogados, y también pretende realizar una denuncia canónica. Dice que hará “todo lo que pueda” para que la verdad salga a la luz y estos casos no vuelvan a ocurrir.

Joannon fue reincorporado a fines del año pasado a los SSCC y hoy reside en una casa de la congregación en la comuna de Ñuñoa, donde se dedica a prestar servicios de enfermería. Al parecer, la misma en que reside Peretiatkowics.