En Chile, el promedio de máquinas de juego de azar llega a 2,9 por cada mil habitantes. Es por ello que la Asociación de Municipalidades (AChM) anunció que regulará los locales por cada máquina en funcionamiento.

Según un estudio de la UC, Estación Central (región Metropolitana), tiene 1.615 máquinas, siendo la comuna con el mayor número de éstas, seguida por Curicó (El Maule), que tiene 1.458, y Temuco (La Araucanía), con 1.306.

El alto número de estos artefactos han causado preocupación en las autoridades, debido al riesgo de fomentar la ludopatía, por su alta concentración en sectores vulnerables.

Es por ello que la Comisión de Gobierno de la Cámara Alta aprobó un proyecto de ley que busca regular la autorización, funcionamiento y fiscalización de los establecimientos. Proponen la adquisición de una licencia municipal para explotar máquinas de azar con fines recreativos.

Al respecto, Felipe Delpín, alcalde de La Granja y presidente de AChM, afirmó estar de acuerdo con la regulación, pero propuso dos medidas:

La primera propuesta consiste en que el municipio fije “un pago de derecho por el uso de estas máquinas, no menor a 2 UTM por cada una”. La segunda, es determinar dónde se van a instalar, para así no proliferar “en almacenes de barrios, porque generan un problema social”, sostuvo.

Comunas rurales

No obstante, otros ediles abogan por la erradicación total de las máquinas de azar. Cristián Balmaceda, alcalde de Pirque y presidente de la Asociación de Municipalidades Rurales (AMuR), considera que la fiscalización y regularización no es suficiente.

“Los dueños aprovechan la oportunidad en los lugares más vulnerables, jugando con las expectativas de las personas. Es sumamente importante que las autoridades centrales escuchen a quienes vemos esta realidad día a día y no tomen decisiones creyendo que hacen lo mejor”, puntualizó.

En la misma línea, la alcaldesa de Lampa, Graciela Ortúzar, apuntó a un problema sociológico.

“Es un síndrome de ludopatía que se genera en poblaciones vulnerables por la falta de esperanza (…), suponiendo que un golpe de suerte va a mejorar su vida y la va a cambiar radicalmente”.

Agregó que el efecto es “brutal” con respecto a las consecuencias familiares. “Esto se debe enfrentar con mano dura, pues las personas, ante sus carencias y necesidades, apuestan los pocos recursos que tienen para el sustento familiar, cuando en realidad gasta mucho más de lo que “ganan” jugando”, aseguró.