El papa Francisco se reunió este martes con un grupo de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, según informó el portavoz del romano pontífice.

“El Santo Padre se ha reunido hoy en la Nunciatura Apostólica de Santiago de Chile, después del almuerzo, con un pequeño grupo de víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes”, reza un comunicado enviado por el Vaticano.

Las víctimas “han podido contar sus sufrimientos al Papa Francisco, que les ha escuchado y ha rezado y llorado con ellos”, agrega el comunicado.

La identidad de los participantes se revelará si estos quieren hacerlo público, agregaron las fuentes del Vaticano que convocaron una conferencia de prensa para dar a conocer esta información.

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En dos ocasiones durante su primer día de visita oficial a Chile, el Papa habló de la “vergüenza” y el “dolor” que siente por los abusos sexuales perpetrados por el clero contra menores.

“No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia”, dijo el papa ante las autoridades del país en La Moneda, suscitando los aplausos de los asistentes.

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Más tarde, en un encuentro con religiosos en la catedral de Santiago, Francisco los instó a tener “la valentía de pedir perdón”.

“Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle; que ir vestido de cura en muchos lados se está pagando caro”, dijo el papa, visiblemente preocupado por este asunto que no solo mancilla la imagen de la Iglesia, sino que está produciendo una desconfianza galopante de los chilenos en la institución.

En Chile, casi 80 religiosos abusaron de menores desde 2000, según una lista distribuida la semana pasada por la ONG estadounidense Bishop Accountability.

“No sirve el perdón, la vergüenza y el dolor si no viene con las acciones correspondientes”, publicó Juan Andrés Murillo, activista contra el abuso y uno de los denunciantes en 2010 del emblemático caso de Fernando Karadima, cuando varios hombres denunciaron haber sido abusados en su juventud por el poderoso sacerdote, condenado por el Vaticano a “una vida de oración y penitencia”.