La jornada electoral en Fiyi para elegir a 55 diputados del Parlamento en este turístico país insular, uno de los más importantes en la región del Pacífico, culminó este miércoles sin incidentes, aunque con una participación que, según los primeros datos, será sensiblemente más baja que hace cuatro años.

Fiyi vota este miércoles en una disputada elección entre dos exmilitares golpistas, en una prueba para la joven democracia del país del Pacífico que podría definir su relación con China.

El primer ministro Frank Bainimarama prometió respetar el resultado de la votación que podría poner fin a sus 16 años en el poder.

Bainimarama, de 68 años, llegó al cargo en 2006 al frente de un movimiento golpista y legitimó su gobierno con triunfos electorales en 2014 y 2018.

Al votar en la capital Suva, Bainimarama fue consultado si respetaría el resultado. “Por supuesto”, respondió antes de fustigar a los periodistas al pedirles que hicieran “mejores preguntas”.

Su rival es Sitiveni Rabuka, un excomandante militar de 74 años apodado “Rambo” después de dirigir dos golpes en 1987.

Rabuka, un exjugador de rugby, fue primer ministro de Fiyi entre 1992 y 1999.

“Me siento bien y estoy mejorando, pero la victoria pertenece al señor”, declaró Rabuka a periodistas después de votar en Suva.

Puso en duda que el actual primer ministro acepte el resultado si es derrotado. “Yo acepté mi derrota en 1999, espero que él pueda hacer eso. No podemos vivir para siempre, no podemos gobernar para siempre”, expresó.

La influencia de China a prueba

Avinay Kumar, de 26 años, dijo al votar en Suva que hay una tensión palpable en el ambiente. “Está un poco tenso en este momento porque los partidos viejos y nuevos se están enfrentando”, declaró Kumar a la Agence France-Presse.

La votación es considerada una prueba para la incipiente democracia de Fiyi y los intentos de China por aumentar su influencia en el Pacífico.

Rabuka ha dicho que alejaría a Fiyi de Pekín, al señalar que es tiempo de que el país “revalúe sus alianzas”, mientras rechazó un pacto de seguridad firmado por el actual gobierno con China.

Bainimarama acercó el país a China como una forma de estabilizar la economía del país, luego de que sus principales socios, Australia y Nueva Zelanda, impusieron sanciones por el golpe de 2006.