En la línea del frente, en el este de Ucrania, las fuerzas de Kiev temen que las negociaciones que comenzaron este lunes en Ginebra entre Estados Unidos y Rusia no cambien gran cosa en el conflicto que las opone a los separatistas prorrusos.

“Eso no agravará la situación […] pero tampoco cambiará la política de Putin”, comenta a la Agence France-Presse Mijailo, un soldado de 29 años de bigote espeso, en su trinchera, cerca de la ciudad ucraniana de Avdiyivka, en la región de Donetsk.

“Teniendo en cuenta que la guerra en el este dura desde hace ocho años ya, y en vista de las negociaciones anteriores, dudo que las cosas vayan a cambiar. Su política no puede verse influenciada en absoluto”, añade refiriéndose al presidente ruso Vladimir Putin.

Responsables rusos y estadounidenses comenzaron este lunes, en Ginebra, una reunión de negociaciones sobre la situación en Ucrania y sobre la seguridad en Europa, en un contexto de fuertes tensiones.

Ucrania y los países occidentales acusan a Rusia de haber concentrado a decenas de miles de militares y equipos pesados en su frontera con Ucrania, de cara a una posible invasión, algo que el gobierno ruso niega querer hacer.

Por su parte, el gobierno ruso acusa a la OTAN de provocar las tensiones actuales y exige, sobre todo, garantías jurídicas de que Ucrania no podrá adherirse en un futuro a la Alianza atlántica.

“Unas garantías de una no adhesión a la OTAN no pararán [a Putin]”, vaticina Mijailo. “Él quiere volver a una Unión Soviética 2.0”, añade.

Sobre el terreno, las tensiones se traducen en incesantes disparos de acoso por parte de los separatistas, según los militares ucranianos.

“Provocación permanente”

Refugiado tras unos sacos de arena amontonados, un soldado observa atentamente las posiciones enemigas con un periscopio, mientras dos colegas van ampliando la trinchera con unas palas.

“El enemigo nos provoca permanentemente con disparos”, sobre todo de mortero y de ametralladoras, declara Dmitro, otro militar, de 29 años y ojos azules.

“Sin cesar”, insiste, con las manos metidas entre su abrigo y su chaleco antibalas para protegerlas del frío.

“Estamos todo el tiempo preparados” para repeler eventuales ataques, añade Mijailo, el primer soldado, con su casco de camuflaje en la cabeza y un fusil de asalto en bandolera.

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El este de Ucrania es escenario desde 2014 de una guerra entre el ejército y los separatistas, apoyados por Rusia, aunque Moscú lo niega.

El conflicto, que ha causado más de 13.000 muertos, estalló después de que Rusia anexionara la península de Crimea .

Mijailo, el soldado ucraniano, afirma que en los últimos meses los separatistas han desplegado equipos “a una escala mucho mayor” a los empleados hasta ahora.

Sin embargo, asegura que el ejército ucraniano, que se vio desbordado en 2014, esta vez está “preparado”: “Podemos frenar al enemigo”, afirma. “Lo más importante, es tener a alguien detrás que nos apoye”, dice.

Desconfianza

Ucrania recibió munición, navíos, dispositivos misiles antitanques Javelin y material médico de parte de Estados Unidos. “Esos Javelin son algo maravilloso”, dice, sonriendo, Mijailo.

Washington, que descartó cualquier intervención militar para apoyar a Ucrania, ha multiplicado sus muestras de apoyo en las últimas semanas.

El mes pasado, el presidente estadounidense, Joe Biden, amenazó a su homólogo ruso Vladimir Putin con imponer sanciones “nunca vistas” si se produce una nueva agresión a Ucrania, algo que Moscú consideró que supondría un “error colosal”.

Las conversaciones en Ginebra se anuncian tensas. El domingo, Rusia se declaró “decepcionada” por las recientes declaraciones de los países occidentales y afirmó que descarta hacer “concesiones”.

En cualquier caso, Mijailo no se fía. “Conociendo a nuestro enemigo, estoy seguro al 100% de que las discusiones no se inclinarán a nuestro favor”, considera.

“Incluso si logran ponerse de acuerdo en algo, los acuerdos con Rusia no valen ni el papel en el que se imprimen”, añade, receloso.