Alemania, famosa por su estabilidad y su previsibilidad, avanza hacia un futuro incierto un mes antes de unas elecciones llenas de suspense que pasarán la página de la era Merkel y podrían coronar a los socialdemócratas.

Independientemente del resultado, la primera economía europea se prepara para varios meses de complejas negociaciones para formar un nuevo gobierno de coalición, con varios escenarios abiertos ante la ausencia de un claro favorito.

Ninguno de los candidatos a la sucesión de la inoxidable canciller, en el poder desde hace 16 años, parece convencer a los 62 millones de alemanes llamados a las urnas el 26 de septiembre.

Con su popularidad en lo más alto, Merkel, de 67 años, podría optar a un quinto mandato y tendría todas las posibilidades de ser elegida, pero decidió dar un paso atrás sin preparar su sucesión y limitándose a apoyar tímidamente a su propio campo conservador.

Impopular dentro y fuera

Mientras tanto, el candidato de su partido cristiano-demócrata CDU no logra imponerse.

Armin Laschet y los conservadores aparecen incluso por detrás de los socialdemócratas, por primera vez desde 2006, en un sondeo Forsa publicado el martes.

Con un 22% de intenciones de voto, los conservadores podrían obtener su peor resultado desde 1984. En los comicios de 2017, lograron un 33% de votos.

Laschet también es impopular dentro de sus propios compañeros de partido. En primavera, se impuso con dificultades como candidato frente al dirigente bávaro Markus Söder, al que los alemanes siguen viendo con mejores ojos.

Armin Laschet, que dirige la región más poblada, Renania del Norte-Westfalia, podría haber afianzado su prestigio acudiendo en ayuda de las víctimas de las inundaciones que golpearon el oeste del país.

Pero al contrario que el socialdemócrata Gerhard Schröder, que consiguió un nuevo mandato como canciller en 2002 al mostrar empatía con las víctimas de inundaciones, Laschet, de 60 años, perdió puntos.

Unas imágenes lo mostraron sonriente durante un discurso grave y solemne del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier.

Y también fue criticado durante las visitas al lugar de la catástrofe por víctimas que se quejaron de la lentitud de las ayudas públicas. Uno incluso le advirtió de que todo eso le pasaría “factura en las elecciones”.

“Plan simple”

Los conservadores, en el poder desde hace 16 años, se enfrentan, en palabras de Söder, a su elección “más difícil desde 1998”, cuando Schröder derrotó a Helmut Kohl.

Los Verdes alemanes, otrora favoritos tras la designación de su líder Annalena Baerbock, ven su popularidad caer y cómo su candidata, de 40 años, es blanco favorito de las “fake news”.

Las dificultades de Laschet y Baerbock benefician automáticamente a los socialdemócratas del SPD, al que los conservadores auguraban hace poco un futuro más bien sombrío.

Su líder, Olaf Scholz, actual ministro de Finanzas y vicecanciller en el gobierno de Merkel, tiene poco carisma, pero este político experimentado, de 60 años, no cometió por el momento errores.

Scholz aprovechó la pandemia para romper con la ortodoxia fiscal alemana y desbloquear cientos de miles de millones de euros para sostener la economía.

Y, según el semanario Der Spiegel, podría conseguir un “plan simple”: ser elegido como jefe de gobierno por ser el que “más se parece a la canciller”.

Si en Alemania los electores votaran directamente al canciller, Scholz, que encarna la tendencia centrista del SPD, se situaría en cabeza con 41% de votos, por delante de Laschet (16%) y Baerbock (12%), según un sondeo para la televisión pública ARD.

Pero son los diputados del Bundestag quienes se encargan de designar al jefe del gobierno tras las elecciones, al término de unas negociaciones que se anuncian complejas. En 2017, el acuerdo de coalición final tomó varios meses.