El líder laborista Keir Starmer reconoció de antemano que sería una “prueba” difícil. La pérdida de otro bastión izquierdista en el norte obrero de Inglaterra es un duro revés que reaviva las disputas internas en la oposición al conservador Boris Johnson.

A la espera de otros resultados electorales que se anuncian más difíciles para el primer ministro de derechas en Escocia o la alcaldía de Londres, el primer fruto del “superjueves” electoral cayó como una bomba.

Hartlepool, que lleva eligiendo diputados laboristas desde que se creó la circunscripción en 1974, cambió de bando y votó a un conservador para representarlo en el Parlamento de Westminster.

Tras haberlo demolido en las legislativas de 2019, Johnson le quita así un ladrillo más al denominado “muro rojo”, las zonas históricamente laboristas del norte de Inglaterra que en las últimas décadas sufrieron de lleno la desindustrialización y votaron masivamente por el Brexit en 2016 (casi un 70% en Hartlepool).

Elegido como líder del Partido Laborista hace un año tras la histórica derrota sufrida por su predecesor, el muy izquierdista Jeremy Corbyn, el centrista Keir Starmer no lo ha tenido fácil.

Tuvo que liderar la oposición en medio de una crisis sanitaria marcada por las llamadas a la unidad nacional y un gasto público histórico en ayudas a empresas y empleados inusual para un gobierno conservador.

La elección también se produjo en un momento en que el éxito de la campaña de vacunación contra el covid-19 está impulsando la imagen del gobierno de Johnson, anteriormente muy criticado por su gestión de la pandemia.

Más importante aún, el laborismo sigue sufriendo las consecuencias de la salida británica de la Unión Europea. Tras la victoria del Brexit, el partido careció de una posición clara sobre esta cuestión crucial.

Su cúpula conserva una imagen proeuropea poco apreciada por un electorado obrero probrexit que se ve en cambio seducido por Johnson y sus promesas de mejorar la calidad de vida en las regiones del norte.

Según el experto electoral John Curtice, los conservadores han ganado una media de 12 puntos frente a los laboristas en las zonas probrexit en comparación con las últimas elecciones locales.

“Esto demuestra la falta de progreso de los laboristas para reconectar con la clase trabajadora desde las elecciones generales de 2019”, explicó en la BBC.

Inspirarse en Biden

El ala más izquierdista del Partido Laborista saltó inmediatamente a criticar a Starmer.

Esta vez “no es posible culpar a Jeremy Corbyn”, lanzó la diputada Diane Abbott, pidiendo al nuevo líder centrista que “cambie su estrategia”.

El diputado Lloyd Russell-Moyle aconsejó a Starmer que se inspirara en el nuevo presidente estadounidense, Joe Biden, que “invitó a la izquierda a sentarse a la mesa en lugar de ponerla en la picota” y habla tanto con “liberales como con obreros”.

Por el contrario, el también laborista Steve Reed consideró que su partido debe continuar la transformación “con más fuerza y rapidez” para recuperar la confianza.

Peter Mandelson, exdiputado por Hartlepool y aliado clave del ex primer ministro laborista Tony Blair en los años 1990, achacó la victoria a “dos c: covid y Corbyn y un poco de Brexit”, asegurando que el exlíder sigue alejando a parte del electorado.

Los recientes ataques de Starmer sobre la integridad de las élites políticas británicas, salpicadas por las revelaciones de conflictos de intereses con los empresarios y la controvertida financiación de la lujosa reforma del apartamento de Johnson en Downing Street, no han dado sus frutos.

Ahora está presionado para recuperar la iniciativa y se espera que reorganice rápidamente la dirección del Partido Laborista, según la prensa.

Al mediodía del viernes no había hablado, permaneciendo en silencio al salir de su casa ante las cámaras.

El miércoles había advertido: “Nunca pensé que íbamos a subir la montaña en un año”, y añadió que “tenemos que reconstruirnos para las próximas elecciones legislativas” previstas en 2024.