Lograr que la frontera irlandesa permanezca abierta tras el Brexit resultó ser el punto más conflictivo en la negociación de la salida británica de la UE y para lograr que sea aceptado por el parlamento el gobierno quiere que Bruselas lo modifique.

Las claves del asunto:

¿Cuál es el problema?

Con la salida de Reino Unido de la UE, los 500 km de frontera que separan la provincia británica de Irlanda del Norte de la República de Irlanda -país miembro de la UE- se convertirán en la principal frontera terrestre del país.

Si Reino Unido sale del mercado único y de la unión aduanera, sinónimos de libertad de circulación y normas aduaneras comunes, habrá que instaurar controles fronterizos.

Habitantes y empresas de ambos lados insisten en la necesidad de mantener una frontera tan invisible como sea posible dado que 31% de las exportaciones norirlandesas van a Irlanda (según cifras de 2016) y unas 30.000 personas cruzan diariamente la línea divisoria.

Se teme también que la reinstauración de una frontera con controles policiales fragilice el acuerdo de paz del Viernes Santo que en 1998 puso fin al conflicto irlandés, con una gran contribución de la UE para reforzar los lazos ente las dos Irlandas.

La policía considera que cualquier infraestructura en la frontera podría convertirse en blanco de grupos paramilitares disidentes.

¿Qué decidieron Londres y Bruselas?

El acuerdo de Brexit sellado por Londres y Bruselas en noviembre -y rechazado ampliamente por el parlamento británico en enero- incluye un dispositivo denominado “backstop” o “red de seguridad” que solo debería entrar en vigor si no se encuentra una solución mejor en el marco de la futura relación que ambas partes deben aún negociar.

El problema se resolvería con la creación en el futuro de una zona de libre comercio entre Reino Unido y la UE, pero si esta no se ha logrado establecer al final del periodo de transición -previsto hasta finales de 2020 pero prolongable hasta 2022- el dispositivo “de seguridad” entraría en vigor.

El “backstop” prevé que Irlanda del Norte se rija por la reglas del mercado único europeo, con lo que se evitarían los controles aduaneros, y quede dentro de la unión aduanera para no tener que aplicar aranceles.

Además, para evitar tener que imponer controles administrativos entre Irlanda del Norte y la isla de Gran Bretaña, el resto del Reino Unido también permanecería en una unión aduanera con la UE.

Ambas partes pueden poner fin a este mecanismo en cualquier momento, pero solo de mutuo acuerdo. El hecho de no poder hacerlo unilateralmente hace temer a los diputados euroescéptico que el “backstop” acabe manteniendo a Reino Unido atrapado en la UE indefinidamente.

¿Qué quiere cada parte?

El pequeño partido unionista norirlandés DUP se opone a esta solución porque establece un tratamiento para Irlanda del Norte diferente al del resto del país, algo para ellos inaceptable.

Pero sus diez diputados, así como buen número de rebeldes del Partido Conservador de Theresa May, podrían aceptar el acuerdo si la primera ministra lograse suprimir el “backstop” o lograr una garantía legal de que, si se debe aplicar, tendría una limitación en el tiempo.

Esto es lo que la jefa del gobierno debería proponer a los otros 27 miembros de la UE. Sin embargo, Bruselas ya dicho en reiteradas ocasiones que no quiere modificar el acuerdo de Brexit e Irlanda se ha opuesto firmemente a dejar de lado el “backstop”.

El ministro polaco de Relaciones Exteriores, Jacek Czaputowicz, sugirió la semana pasada que se ponga un límite temporal de cinco años a este dispositivo, pero su homólogo irlandés, Simon Coveney, inmediatamente rechazó la idea.