Bajo el lema “No tengo miedo”, decenas de miles de personas, entre ellas el rey Felipe de España, desfilaban este sábado en Barcelona en rechazo a la violencia tras los atentados yihadistas que dejaron 15 muertos hace nueve días.
Es la primera vez en la historia de la democracia española que un monarca participa en una manifestación.
Sin embargo, Felipe VI, que a su llegada fue abucheado y silbado por un grupo de manifestantes, no presidía la marcha que hacia las 18:00 horas locales comenzó a recorrer el céntrico Paseo de Gracia enarbolando miles de flores rojas, blancas y amarillas, los colores de la ciudad.
Los organizadores decidieron que la encabezasen quienes primero acudieron en socorro de los afectados: policías, bomberos, médicos pero también vecinos y comerciantes que abrieron sus puertas a las víctimas heridas y asustadas.
“Está bien que la gente vea que vamos en la cabecera de la manifestación y que vamos sin miedo”, decía a la AFP Bárbara Cabello, de 22 años, una de las floristas de las Ramblas, todo un símbolo de la ciudad.
En segunda fila desfilaban codo con codo políticos y otras autoridades, entre ellas el jefe del ejecutivo español, Mariano Rajoy, y el presidente del gobierno regional, el independentista Carles Puigdemont.
Los separatistas, que dirigen el gobierno regional catalán, están profundamente enfrentados con el gobierno de Rajoy por su deseo de celebrar el 1 de octubre un referéndum sobre la independencia, que según Madrid es ilegal y no tendrá lugar.
Precisamente, tras la cabecera de la marcha podían verse numerosas banderas independentistas catalanas, ornadas con una estrella blanca sobre fondo azul.
‘Momentos muy duros’
Tras una pancarta con el lema “No tinc por!” (“¡No tengo miedo!” en catalán), abrían el desfile profesionales vestidos de uniforme como Montse Rovira, de 53 años, jefa del servicio de emergencias sociales del ayuntamiento que tras el atentado, explica a la AFP, acogió y ayudó “a las personas que iban perdidas, a quienes no encontraban a sus familiares”.
Sus psicólogos han trabajado sin descanso acompañando a las familias en el reconocimiento de las víctimas y tratando el estrés postraumático de testigos, médicos o bomberos.
“Han sido momentos muy duros”, reconoce. “Estábamos listos a nivel logístico, pero a nivel psicológico no estás nunca preparado para algo así”, agrega.
Al volante de una camioneta blanca, el 17 de agosto un joven marroquí embistió el paseo peatonal de las turísticas Ramblas y arrolló a cientos de personas matando a 13 e hiriendo a 120 de 35 nacionalidades.
Después mató a puñaladas a un automovilista para escapar en su vehículo. La policía lo localizó y abatió el lunes a unos 50 km de la ciudad.
Mientras tanto, sus compañeros, cinco muchachos marroquíes de 17 a 24 años que crecieron en Ripoll, un apacible pueblo de los Pirineos, intentaron otro atropellamiento masivo en una pequeña localidad costera, Cambrils, matando a una mujer antes de ser abatidos por la policía.
Miles de personas se manifestaron en Cambrils el viernes y otras se disponían a hacerlo el sábado en Ripoll, al igual que en grandes ciudades de España como Madrid, Valencia o Vigo.
Mensaje de unidad
“Tenemos que apoyarnos mutuamente contra la violencia”, decía Jesusa Solis, una filipina de 47 años que viajó expresamente desde Madrid, en referencia a los sangrientos combates que enfrentan al ejército filipino con yihadistas afines al grupo Estado Islámico (EI) en el sur de su país.
El EI reivindicó los atentados de Barcelona y Cambrils, organizados por una célula de una decena de hombres al parecer adoctrinados por el imán de Ripoll, que murió junto a otro integrante cuando explotaron por accidente las bombas que estaban preparando.
Con ellas, determinó la investigación, pretendían cometer atentados muchos más mortíferos contra grandes monumentos, antes de ver sus planes truncados.
“Hay que saber distinguir entre el islam y los yihadistas”, afirmaba Saray Goméz, de 18 años, que vende flores frente al lugar donde la camioneta terminó su macabro recorrido. “Hay que mandar un mensaje de unidad y paz” porque “los terroristas lo que quieren es que odiemos, como ellos nos odian”, agregaba.
La manifestación debía terminar en la céntrica Plaza de Cataluña, con la lectura de unos breves mensajes a favor de la convivencia.
Después se interpretará “El cant dels ocells” (“El canto de los pájaros”), una canción tradicional internacionalizada por el difunto violonchelista catalán Pau Casals como un himno de paz y libertad durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975).