El presidente estadounidense, Donald Trump, nombró oficialmente este miércoles a Andrew Wheeler, un exrepresentante del lobby de la industria del carbón, al frente de la Agencia de Protección del Medioambiente (EPA).

El Senado tendrá que ratificar el nombramiento mediante una votación. Wheeler, de 54 años, dirige la EPA de forma interina desde la dimisión en julio de 2018 de su predecesor, Scott Pruitt, que tuvo que abandonar el cargo a raíz de varios escándalos relacionados con el gasto excesivo de fondos federales.

Trump había anunciado en noviembre que mantendría a Wheeler como jefe de la agencia medioambiental, ya que había hecho “una labor fantástica”.

Su trabajo ha consistido en desmantelar las normas medioambientales instauradas durante los dos mandatos del demócrata Barack Obama (2009-2013 y 2013-2017).

Entre las grandes decisiones de la era Trump cabe destacar la anulación de un plan anticontaminación que afectaba a las centrales de carbón y el lanzamiento de un procedimiento para rebajar los nuevos estándares de emisiones de gases de efecto invernadero impuestos a los coches a partir de 2025.

La EPA también quiere suavizar la ley de protección federal de los ríos, con el fin de simplificar el trabajo de los agricultores, y se opone asimismo a una norma que limita la emisión de mercurio y otras sustancias tóxicas en el aire por las centrales térmicas.

Todas esas decisiones tardarán años en aplicarse. El proceso de desregulación en Estados Unidos es tan largo y tortuoso como el proceso de regulación, y se han presentado varias demandas en los tribunales para intentar detener las propuestas de la agencia medioambiental.

El perfil de Wheeler lo convierte en un buen candidato para la industria de la energía en Estados Unidos y en una elección desastrosa para los activistas defensores del medioambiente.

La oenegé Sierra Club declaró en noviembre que el nombramiento de Wheeler equivalía a “darle las llevas de la caja fuerte a un ladrón”.

El candidato de Trump empezó su carrera en la EPA como jurista, antes de trabajar en el Congreso, donde colaboró con James Inhofe, un senador republicano que niega el cambio climático. Como miembro del lobby de la industria de la energía, defendió los intereses de las empresas del sector del carbón, de los productos químicos y del uranio. Tru