Cuando se reporta sobre la crisis en Argentina, ya no es usual asombrarse. Lo novedoso sería que la estabilidad llegara a uno de los países con la capital más admirada internacionalmente, pero también, con una historia compleja cuando de política y sociedad se trata.

Ahí va de nuevo. Las elecciones presidenciales se acercan y la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner se perfila como la segunda al mando del país. Su historial judicial no se lo está impidiendo, según la más reciente encuesta que asegura tiene un nivel de aprobación ciudadana de 51.3%. Aunque para el 46.9% de los consultados todo lo que venga de ella sea negativo.

Kirchner se escuda en el porcentaje positivo de su compañero de fórmula Alberto Fernández: 53.3% de opioniones positivas con 38.6% adversas.

Es un buen paraguas contra el descontento que emana de los que no se fían de la mujer que ha pisado permanentemente los tribunales, a su salida de la Casa Rosada, pero hoy tiene la oportunidad de volver por la puerta grande y no por una estrecha de un centro judicial.

¿Cómo puede ser? CFK tiene incluso a su hija viviendo en Cuba, en medio de dos investigaciones judiciales. Le diagnosticaron “Obstrucción linfática”. De vez en cuando, la candidata recibe permiso judicial para visitarla en la isla.

Una de las referidas causas judiciales es el caso Hotesur. Florencia Kirchner está acusada de lavado de dinero a través de la actividad hotelera. Realizaba, presuntamente, blanqueamiento de dinero ilícito relacionado a las empresas de Lazaro Báez.

La hija menor de los Kirchner, tras la muerte de su padre, habría participado activamente, desde el 2010, en la sociedad y retiró enormes sumas de dinero en concepto de créditos, según la nota publicada en medios argentinos como La Nación.

Sin embargo, las acciones de la familia K. no tienen al argentino promedio desilusionado. La crisis económica que viven con las políticas de ajuste de Mauricio Macri, sí, y le han bastado para quitarle la confianza electoral, elevando a un 60% las opiniones negativas.

No ser amigo de los subsidios, como lo es CFK, le generó anticuerpos. Corría enero del 2016 y el macrismo eliminaba la política de subsidio a la energía con el denominado tarifazo.

A un mes de eliminado, supuso el incremento de hasta un 300% en la factura energética en la capital, Buenos Aires.

Para inicios del 2019, el incremento había sobrepasado el 500% y los apagones en la esplendorosa capital, dejaron en evidencia la oscuridad de una política que estuvo justificada para frenar el endeudamiento público que conlleva subsidiar a un país a lo CFK.

Hoy, Macri paga la factura electoral.

Perfil/ Argentina
Perfil/ Argentina

Ecuador y el adiós a la primavera de subsidio al transporte

Lenin Moreno ha tenido que sortear todo tipo de protestas en las últimas semanas, similar la Argentina de Macri en agosto pasado, cuando los sectores sociales salieron a las calles a reprocharle su tarifazo en servicios básicos.

Dejar atrás la política subsidiaria de su antecesor, Rafael Correa, le trajo al presidente ecuatoriano serios problemas. El periodista Leonidas Castro, conversó con BioBioChile, desde Guayuaquil, donde los saqueos dejaron evidencia del malestar social debido a que el gobierno eliminó el subsidio a los combustibles.

“Los precios de los productos se han incrementado. La gente trató de abastecerse pero no había productos en los supermercados”, relataba Castro, desde la ciudad costera hasta donde la chispa del descontento propagó el fuego de las protestas con cierre de calles y saqueos.

Todo comenzó cuando el sector transportista vio incrementado, con el fin del subsidio, el precio del galón del diesel.

De 1.03 de dólar, los transportistas ecuatorianos debieron pagar 2 dólares con 40 centavos (1.712 pesos chilenos).

El efecto cascada fue un enorme baño de realidad para la población, con la especulación haciendo intensa la creciente.

Poco a poco los transportistas cedieron, pero entraron en juego los sectores indígenas, con intentos de tomarse el congreso de su país. Cerca de una decena de muertos dejó claro el panorama tras varios días de protestas.

El contexto fue utilizado como pieza de ajedréz por uno de los promotores de ese y otros subdisidios. Desde el exterior, Rafael Correa, con causas judiciales activas por corrupción, llamaba a Lenin Moreno a adelantar elecciones y se ofrecía a participar como candidato presidencial. Una jugada importante, pero que no dejó de ser vista como sospechosa.

El malestar en Ecuador ha salido de los cuidados intensivos. En una etapa intermedia, un acuerdo entre el sector indígena y la presidencia ecuatoriana ha dejado derogado el decreto de eliminación de subsidio al combustible. Moreno se ha comprometido a buscar un mecanismo emergente para reducir el gasto público en tiempos de déficit económico.

Se trata de una estrategia para cerrar de un portazo la entrada a un antiguo enemigo político. El menos beneficiado con el acuerdo sería Correa y su plan de ‘rescate de Ecuador’, pero los reales perdedores son los familiares de los fallecidos en las batallas campales con las autoridades.

Perú y la intermitente crisis institucional

Desde tiempos de Alberto Fujimori y más, Perú se ha mantenido en la lupa de la prensa internacional.

Es un pueblo tan místico como complejo. Su turismo gastronómico, sus paseos por el Machu Picchu, en fin, el legado Inca, no ha sido suficiente para una tranquilidad política sostenible, pese a su recuperación fiscal.

Según cifras del Banco Mundial, en 2017 este país tenía un déficit de 3.0% del PBI.

“Fue resultado de una disminución en los ingresos debido a los menores precios de exportación y la desaceleración económica, y un incremento en los gastos recurrentes durante años recientes, especialmente en el caso de bienes y servicios y salarios”, decía el diagnóstico nada alentador.

El siguiente año, vino una leve recuperación y ese mismo déficit fiscal se redujo a 2.3% del Producto Interno Bruto, según el mismo organismo financiero internacional.

La recuperación va viento en popa, con proyecciones todavía positivas para este cierre fiscal, pero faltaba una pieza que no encajaba en todo el engranaje: la crisis institucional de los últimos años, acechando de nuevo.

Pedro Pablo Kuczynski estaba salpicado por el caso Odebrecht y los constantes tira y encoje con el parlamento de su país.

AFP / Cris BOURONCLE
AFP / Cris BOURONCLE

Una facción del partido Fuerza Popular, liderada por Benji Fujimori, promovía su salida y aún con un indulto a su padre, anunciado por PPK, se detuvo la caída del entonces presidente.

Keiko Fujimori, quien habría pactado con Kuczynski los detalles del indulto, terminó en prisión, también ligada a Odebrecht. Su hermano, Kenji fue expulsado del partido fujimorista y PPK declarado con “incapacidad moral” para regir los destinos del Perú.

Ejecutivo y Legislativo estaban en guerra y todo el mundo observando desde afuera su desventura política.

La calma fue relativa. De nuevo, ese país se vio en el centro de la polémica año y medio después. El partido de Keiko, volvía a la carga pero esta vez en contra de Martín Vizcarra, el sucesor de PPK.

Fuerza Popular, aliado con el partido Aprista, negaron un voto de confianza ligado a una reforma del procedimiento de designación de magistrados del Tribunal Constitucional. Ambos bloques tenían a sus favoritos para integrar esa instancia judicial.

Vizcarra invocó el Artículo 134 de la Constitución y disolvió el congreso. En una jugada (no maestra) los legisladores con mayoría fujimorista, nombraron a una presidenta, tras haber “destituído” (o creído que lo hacían) al mandatario.

La clave, fue el apoyo que recibió Vizcarra de las fuerzas armadas de su país, un apoyo que, aunque con otros ingredientes sociales, tiene a Maduro en el poder, luego de la crisis de hambre y migración en Venezuela.

Presidencia del Perú
Presidencia del Perú

Con este y otros antecedentes en una región del mundo que es considerada clave: ¿”Qué le pasa al sur”?, se preguntaban desde Centroamérica algunos ciudadanos que están acostumbrados a ver estas turbulencias en una región de pandillas, pobreza, inmigración y otro tipo de pesares a los del territorio suramericano.

Los habitantes en Argentina, Ecuador, Perú y Venezuela, lo saben en carne propia. Las crisis que cada territorio vive por separado, tiene su origen particular en el tema de subsidios o en el tira y encoge de su clase política. Nada que envidiar desde otras latitudes. Mucho que aprender en un espejo gigante llamado Cono Sur.