Cuando se habla del aura, muchos lo definen como el campo energético de radiación luminosa multicolor en el cual vive el cuerpo de las personas, y que sería invisible para la mayoría de los humanos.

Y aunque este término se enmarca dentro del campo de la parapsicología, la ciencia también afirma que existe un tipo de “aura” para cada cuerpo. Se trata del exposoma humano, concepto que en todo caso se desmarca totalmente de lo esotérico.

Tal como recoge el periódico español ABC, consiste en una nube de compuestos químicos, microorganismos y otros elementos que nos rodean, y que nos acompaña a dónde quiera que vayamos.

Cada uno de los exposomas de las personas son diferentes, y han comenzado a ser estudiadas recientemente por un equipo de genetistas de la Universidad de Stanford, cuyos resultados han sido publicados en la revista especializada Cell.

Según explicó Michael Snyder, líder de la investigación, si bien anteriormente se habían estudiado aspectos como la contaminación del aire a gran escala, “nadie había medido las exposiciones biológicas y químicas a nivel personal”.

“Nadie sabe realmente qué tan amplia es la exposición humana a su entorno, o qué tipo de cosas puede haber allí“, agregó.

mali maeder | Pexels (CCO)
mali maeder | Pexels (CCO)

De esta manera, Snyder y sus colegas diseñaron un pequeño dispositivo para monitorear el aire, el que utilizaron de forma intermitente 15 participantes voluntarios en sus brazos durante dos años.

Básicamente, el instrumento absorbía pequeñas cantidades de aire de sus órbitas personales, así como también del ambiente que los rodeaba.

Posteriormente, los expertos extrajeron todas las partículas inhaladas por el dispositivo (como bacterias, virus o productos químicos, entre otros) para la secuenciación de ADN y ARN, información con la cual idearon un perfil químico para cada uno de ellos.

Finalmente, después de unas 70 mil millones de lecturas, los investigadores acumularon una enorme cantidad de datos sobre los componentes de su propio exposoma.

Uno de los que utilizó el dispositivo fue el propio Snyder, quien descubrió que en su “aura” habían compuestos como polen de ecualipto, probablemente debido a una alergia que tuvo en el pasado.

Cabe destacar que incluso cuando los voluntarios vivían en un mismo entorno durante el estudio (dentro de la Bahía de San Francisco), de igual manera presentaron exposomas completamente diferentes.

Natalie  | Pexels (CCO)
Natalie | Pexels (CCO)

“Resulta que, incluso a distancias muy cortas, obtuvimos diferentes perfiles de exposición o firmas-“, puntualizó Snyder.

A juicio del experto, esto permite concluir que todos tenemos nuestra “propia nube de microbioma que recogemos y expulsamos continuamente a nuestro alrededor”.

Los investigadores precisaron que los resultados demuestran que hay mucho por aprender si es que se sigue estudiando el exposoma de cada persona. De hecho, Snyder sostiene que este tipo de investigaciones ayudarán a prevenir padecimientos como el cáncer, asma y alergias, entre otros.

Además, sugiere que si la tecnología llegara a ser más accesible, se podrían fabricar dispositivos de forma masiva, los que terminarían convirtiéndose en una importante herramienta de diagnóstico.

En ese sentido, el siguiente paso es monitorear a más personas en otros ambientes, y simplificar la tecnología para que, idealmente, todos puedan medir sus propias auras. “Tal vez, con algo como un reloj inteligente capaz de detectar el exposoma”, enfatizó Snyder.